UNA
CIUDAD DE PRINCESAS Y LEYENDAS
Rodeada de montaña y de mar, esta perla del Mediterráneo,
capital de provincia, es uno de los destinos preferidos de ingleses
y alemanes, que buscan cada año el relax y el buen clima
de sus playas. No obstante, el turismo de sol y playa no es el único
turismo que esta ciudad de Levante brinda al visitante. Ahora que
llega el otoño, el turismo natural cobra fuerza. Y no es
de extrañar, la gran oferta de casas
rurales Alicante así como su privilegiada ubicación
la convierten en el destino perfecto para pasar unos días
de vacaciones rodeados de cultura, historia y naturaleza.
Alicante es una ciudad que esconde tras su historia numerosos mitos
y leyendas que tratan de explicar la maravilla de algunos de sus
monumentos, edificios y castillos. El mito se entiende como una
leyenda o relato que cuenta hechos que, aunque no se puedan demostrar
que ocurrieran, la tradición los considera verídicos.
Se transmitían oralmente, de padres a hijos, de generación
en generación y muchos de ellos perviven hasta nuestros días.
Sin duda alguna, una de las leyendas más conocidas es la
que envuelve a uno de los símbolos más
emblemáticos de la ciudad de Alicante: el Castillo de Santa
Bárbara, que situado a 166 metros sobre el nivel del mar
alberga una de las fortalezas medievales más grandes de la
Península. Desde esta construcción, el visitante puede
contemplar unas vistas maravillosas de la bahía de Alicante,
así como de su casco antiguo, de gran valor artístico
y cultural.
El Castillo se alza sobre una montaña, el Monte Benacantil,
en donde se diferencia claramente el perfil de una cara, una cara
que parece esculpida sobre la propia roca, y que por supuesto cuenta
una historia. La leyenda sigue viva desde tiempos ancestrales, concretamente
desde el S. IX desde la ocupación árabe de la Península.
Desde entonces la montaña que alberga el Castillo de Santa
Bárbara es conocida como ‘La Cara del Moro’.
Cuenta la historia que por entonces la ciudad de Alicante, bajo
dominio musulmán, estaba regida bajo los dominios de Ben-Abed-el-Hacid,
un príncipe cruel con los cristianos y con una única
obsesión: su bella hija Zahara. La hermosa princesa Zahara
era pretendida por muchos, que sucumbían a su belleza y a
sus encantos, e intentaban constantemente conquistarla. Se dice
que una noche, en una ceremonia, harta de tanto agasajo se retiró
al patio de armas en busca de la tranquilidad.
Allí, sola, una voz se dirigió a ella. Era la voz
de un joven, que la encandiló y la sedujo. El joven era cristiano,
por lo que conocedora del odio que su padre profesaba por los de
esta religión advirtió al pretendiente, avivándole
para que se marchase, temiendo que algo malo le sucediese. La hermosa
Zahara condujo al joven hacia un pasadizo por el que éste
huyó y ella regresó a la ceremonia.
A su regreso su padre decidió ofrecérsela al Sultán
de Damasco, con la intención de buscar protección
para su hija y riquezas para el reino. Desde ese día la princesa
Zahara empezó a mostrar comportamientos y actitudes extrañas,
parecía triste y amargada. A raíz de ello, el príncipe,
alarmado, acudió al oráculo con la intención
de averiguar qué era lo que le sucedía a la princesa.
Pronto descubrió que la joven princesa estaba enamorada y
que se citaba a menudo con un apuesto joven cristiano, Fernando,
que le había propuesto a Zahara comprometerse y huir.
Ben-Abed-el-Hacid, tras conocer los planes de su hija con su enamorado
cristiano, no hizo más que escandalizarse y corrió
a organizar rápidamente todos los preparativos para la boda
con el sultán. Ésta horrorizada empezó a enfermar.
El príncipe, por su parte, esperó la siguiente visita
del cristiano a Zahara con la intención de matarlo.
La ansiada noche llegó y el apuesto joven cristiano fue apresado.
Zahara no podía creer lo que estaba sucediendo y empezó
a mostrarse pálida, tanto que conmovió a su propio
padre, que aplazó la muerte del cristiano con una condición.
Le dijo a su hija Zahara que si mañana amanecía la
tierra blanca, esto es nevada, le dejaría casarse con aquel
hombre, pero si tal cosa no sucedía sería mañana
mismo colgado de la torre más alta del Castillo.
La princesa no podía creer aquello, y es que ni ella misma
había visto jamás la ciudad cubierta por un manto
blanco, con lo que la pobre no pudo conciliar el sueño. No
obstante, a la mañana siguiente sus ojos no daban crédito
a lo que veían: la ciudad estaba cubierta de un manto de
azahar, la flor blanca del almendro. Emocionada, Zahara corrió
a la búsqueda de su padre para comunicarle la noticia y que
éste cumpliera su promesa. Sin embargo, su enamorado ya estaba
colgado de la torre más alta del Castillo.
Ella no pudo soportarlo y se lanzó a los brazos del cuerpo
sin vida de su amado, precipitándose al vacío. El
padre corrió tras ella, y se precipitó también
por el acantilado, quedando atrapado entre unas chumberas y unos
matorrales. Al día siguiente el monte esculpía la
cara del príncipe, que sufriría los azotes del viento
como castigo a la crueldad con la que había actuado.
El Monte Benacantil es uno de los parajes más hermosos de
Alicante. Contemplar las vistas desde la playa del Postiguet, realizar
una de las visitas guiadas al Castillo de Santa Bárbara y
perderse por las calles del Barrio de San Roque, así como
descubrir la Plaza de la Santa Faz, San Agustín, la Plaza
de Quijano, o la ermita de San Roque, son algunos de los encantos
que ofrece esta ciudad a orillas del Mediteráneo. Una ciudad
de leyenda.
Elena Prieto
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