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QUEBRADA HUMAHUACA Y VALLES CALCHAQUIES

Quebrada del Toro

Texto y fotos:  
Agustín Merchante  
Blanca Otero  


Salta es una bonita ciudad colonial, capital de la provincia del mismo nombre, situada en el N.O. de Argentina. En el viaje que hicimos en febrero de 2005 no quisimos que esta zona faltara en nuestra visita, por la peculiaridad de estar habitada por población indígena, con forma de vida muy diferenciada de la parte más europea de Argentina y por sus paisajes duros, atormentados y al mismo tiempo tan hermosos, donde los colores se entremezclan para formar magníficos tonos.

Como para esta zona habíamos previsto cuatro días, contratamos dos viajes de dos días: uno por la Quebrada de Humahuaca y otro por los Valles Calchaquíes.

Día 18 de Febrero: Salta – Santa Rosa de Tastil – San Antonio de los Cobres – Purmamarca.


A las 7 de la mañana viene a buscarnos Esteban, un muchacho joven muy agradable, que será el conductor-guía en la visita de dos días por la puna y la Quebrada de Humahuaca. Compartimos coche, una Renault Kangoo, con una pareja de taiwaneses residentes en Canadá. Cuando Esteban empieza a contarnos la historia y costumbres del lugar, pensamos que, cosa rara, en este viaje nosotros íbamos a ser los únicos que nos enteraríamos de las explicaciones y, que lo sentíamos por los taiwaneses. Pero, no hay problema, Esteban cambia de “chip” continuamente y da las explicaciones en español e inglés.

El camino de hoy nos llevará en primer lugar hasta la puna, un altiplano de clima extremo y seco, que fluctúa entre los 3.700 y 4.000 metros sobre el nivel del mar, enclavado entre la cordillera de los Andes y la precordillera. Seguiremos el camino que se utilizó antiguamente para bajar la plata de las minas de Potosí, en Bolivia, hasta el puerto de la ciudad de Buenos Aires.

Salimos de Salta, en el valle de Lerma, un ancho valle rodeado de montañas de más de 4.000 metros en el que se suceden las plantaciones de tabaco y de judías que aquí se llaman “porotos”. En los bordes de la carretera, mezclados con las señales de tráfico, hay unos simpáticos carteles para que los conductores tengan precaución: “Maneje con la cabeza, su pie derecho no piensa” y “Conductor me gusta ir en bicicleta, no me lleve con usted”.

Cardón
Ejemplar de cardón
Al terminar el valle comienza la Quebrada del Toro, muy ancha y aparentemente con poco agua, aunque hace unos meses una crecida se llevó un tramo de las vías del Tren a las Nubes, vías que nos acompañarán en parte de nuestra ruta. Unos enormes cactus, los cardones, nos llaman la atención un poco más adelante. Ahora se utilizan para hacer artesanía, pero en la antigüedad, ante la escasez de árboles, se usaron como vigas en las casas e iglesias. Actualmente están protegidos por la ley y sólo se pueden utilizar cuando la planta se muere de vieja.

Más adelante abandonamos la Quebrada del Toro y tomamos la Quebrada de las Cuevas en donde, a las afueras de la pequeña aldea de Santa Rosa del Tastil, se encuentran las ruinas de un antiguo poblado prehispánico de gran extensión, en el que se observan los fondos de cabañas y las empalizadas defensivas.

La Quebrada de las Cuevas continúa rodeada de altos cerros cuando de pronto aparece, espectacular, el Nevado del Acay de 6.000 metros de altura. Siguiendo camino llegamos al Abra Blanca (abra es collado) de 4.000 m. que nos introduce en la puna. Desde aquí destacan también los Nevados de Chañi y Tusle ambos de más de 6.000 metros.

Al poco llegamos a la aldea de San Antonio de los Cobres a 3.700 metros de altitud, poblada por indígenas dedicados en gran parte a la minería. Muy cerca se encuentra el Acueducto de la Polvorilla, final del Tren a las Nubes, gracias a lo cual goza de un incipiente turismo que sobre todo se percibe porque, nada más bajar del coche, se acercan mujeres y niños a venderte pequeñas muestras de artesanía. Entramos en un restaurante a comer algo ligero: ensalada, empanadas y dos tés de coca para combatir el “soroche” o mal de altura.

Siguiendo por caminos de ripio (como aquí se llaman las carreteras sin asfaltar) de vez en cuando se divisan rebaños de llamas domésticas y de burros salvajes descendientes de los que fueron abandonados cuando el camino a las minas de Potosí dejó de ser rentable. Al final de la puna se encuentran las Salinas Grandes, un inmenso lago salitroso, completamente blanco cegador hasta donde se pierde la vista. Se sigue utilizando para la extracción y posterior comercialización de la sal.

Los "coloraos"
Los "coloraos"
El siguiente abra que subimos, al que tenemos que identificar como “sin nombre” de 4.180 m., da paso a una vertiginosa bajada, ya por una buena carretera con amplias curvas, que en 30 Km. baja más de 2.000 metros hasta llegar a Purmamarca, en la Quebrada de Humahuaca. Los alrededores de la ciudad son muy coloristas; las montañas que la rodean están compuestas de margas de distintos colores.
Después de ver la pequeña iglesia colonial nos vamos a la sencilla hospedería donde nos han reservado habitación para esta noche.

Día 19: Purmamarca – Humahuaca – Tilcara – San Salvador de Jujuy – Salta

Después de un desayuno compuesto de café y unos extraños panecillos-bollos duros con un poco de mantequilla y mermelada, salimos a dar una vuelta por el pueblo. Fotografiamos el imponente algarrobo negro milenario, bajo el que se reunieron el jefe del ejército criollo y el cacique omaguaca para organizarse y hacer frente al ejército español.

A las 9:30, más o menos, iniciamos el viaje por la quebrada humahuaqueña, abrupta y llena de contrastes ¡Preciosa!. Recorremos el sector llamado las Coloradas, arcillas de color rojo intenso muy erosionadas.

Purmamarca
Purmamarca

Después se suceden cerros con multitud de tonos entre ocres y rojos o verdes y amarillos, llamado el Cerro de los Siete Colores. Otro cerro muy característico es el que llaman la Pollera Colorada.

Pasamos el Trópico de Capricornio, en la provincia de Jujuy, marcado junto a la carretera con un monumento monolítico y en la aldea de Uquía visitamos su iglesia, de fachada blanca, construida en el siglo XVII, que tiene un retablo barroco laminado en oro de 24 K, y unos curiosos cuadros en los que los ángeles van armados con arcabuces. Los niños por estos parajes ya han comenzado a pedir caramelos o cualquier cosa.

Llegamos al pueblo de Humahuaca casi a las 12, con el tiempo justo de ver como sale de la pared del Cabildo un robot a tamaño natural, San Francisco Solano, y nos da la bendición: todo un espectáculo. Subimos al gigantesco monumento a la independencia, dedicado al jefe indio Diego Vitipoco que ayudó a los gauchos del General Güemes en la guerra contra España. Bien es verdad, que el norte de Argentina participó activamente en la lucha por la independencia, pero aún así el monumento, a nuestro parecer, es excesivo porque desentona con el entorno de casas bajas y plaza de arquitectura colonial. Comemos en el restaurante El Fortín varias empanadas, unos tamales y una ensalada, amenizados por un grupo folclórico local.

Carnaval de las flores
Carnaval de las flores. Tilcara

En Humahuaca hemos llegado al punto más lejano, en nuestro viaje, de la quebrada. A partir de ahora reemprendemos el regreso a Salta.

Al pasar por Tilcara vemos que, por una calle perpendicular a la plaza, marcha un grupo de gente con música y gran algarabía. Preguntamos y nos dicen que están celebrando el carnaval de las flores (ya ha pasado el carnaval, pero supongo que para divertirse cualquier excusa es buena). Consiste en un grupo, mayoritariamente de niños, disfrazados de diablillos con trajes muy simpáticos y coloristas.

A las afueras del pueblo está el Pucará (fortaleza), un poblado prehispánico reconstruido completamente, incluso con tejados. Está ubicado en un paraje espectacular, rodeado de quebradas y en un entorno donde destacan grandes cardones cuyas gruesas raíces sobresalen en los senderos. Al pasar por Maimará no nos resistimos a tomar la foto de unos cerros donde se entremezclan los colores y que se los conoce como la Paleta del Pintor.

San Salvador de Jujuy es la capital de la provincia y entre los restos de su pasado histórico conserva en la plaza Belgrano, centro neurálgico de la ciudad, el Cabildo y la Catedral. Estaban en misa y la iglesia llena, así que vimos sin mucho detalle el púlpito de oro y un cuadro en el que el general Belgrano está ofreciendo la bandera de Argentina después de su independencia. De aquí a Salta tomamos una carretera que, aunque estrecha y peligrosa, es bellísima. Atraviesa una selva impenetrable, el Parque Nacional de Calilegua, con magníficos ejemplares arbóreos. En algunos puntos de la carretera se ven unas grandes rapaces, que son el símbolo de Argentina y se llaman caranchos.

A las 8 llegamos a Salta. Una buena ducha y unos bifes de lomo para cenar nos dejan como nuevos para visitar mañana los Valles Calchaquíes

Salta

Salta. Calle con soportales

Día 20: Salta – Parque Nacional los Cardones – Valles Calchaquíes – Cachi- Cafayate

Hoy nos han dejado dormir media hora más. Nuestros compañeros de viaje son otra vez asiáticos: una pareja joven de Singapur.

Salimos por el valle de Salta y continuamos por la Quebrada Escoipe, selvática, con todos los cerros cubiertos de bosque. El viaje de hoy se hace casi todo por camino de ripio; el conductor, Claudio, dice que se ve mejor el paisaje. El carril empieza a trepar curva tras curva, la Cuesta del Obispo, que nos saca de la selva y nos transporta a los prados de altura. Se pasa por un paraje llamado el Valle Encantado y un poco más adelante llegamos al punto más alto de esta excursión: el Abra o Alto de la Piedra de Molino de 3.348 metros de altitud. En lo alto de este puerto hay una piedra de molino gigantesca que se supone transportaban desde Humahuaca; la carreta se rompió y como la piedra era muy pesada aquí la dejaron. Hay una capilla dedicada a la Virgen que los indígenas aceptan como representación de la Pacha Mama y le dejan todo tipo de ofrendas.

Bajando el puerto empieza el Parque Nacional los Cardones. Al principio no se ve ninguno pero pronto aparecen algunos diseminados por los cerros. Al llegar a una inmensa llanura los cardones la ocupan por completo hasta el horizonte, donde sobresale el Nevado de Cachi de 6.720 metros. En ese momento se le pincha una rueda al coche y le hace un boquete a la cubierta: las carreteras de ripio serán buenas, por lo lentas, para ver el paisaje, pero para la espalda y las ruedas son un castigo.

En Cachi mientras Claudio se va a localizar una rueda, nosotros visitamos el pueblo. La plaza es bonita y aunque en la iglesia no hay nada destacable, el museo arqueológico tiene bastantes piezas de piedra y alfarería, algunas preincaicas; sin embargo en muchas de ellas no está especificado el periodo al que pertenecen. Nos sentamos en un restaurante de la plaza. A la ½ hora de haber pedido la comida tenemos que reclamarla: estaba olvidada en el mostrador. Eso nos pasó a nosotros, pero al lado teníamos a una pareja dando golpes en la mesa para llamar la atención. Comimos: ensalada especial, llamada así por tener ½ huevo duro, y dos empanadas de carne. También habíamos pedido té de coca pero, como a los 10’ aún no había rastro de él, les dijimos que ya no lo queríamos.

En estos valles calchaquíes las zonas regadas artificialmente son muy fructíferas y se cultivan hortalizas frutas y verduras, pero los cerros altos que las rodean son secos y áridos aunque con parajes de gran belleza.

Pasados más de cien kilómetros por camino de ripio, que se nos hacen pesados, llegamos a Angastaco. También aquí hay un cartel para los conductores muy simpático: “Conduzca con precaución en este pueblo no sobran los niños”. Nos tomamos un té de coca y charlamos un rato con Claudio y nuestros compañeros de Singapur. Tratamos de recordar algo característico de su país pero no lo logramos. Ellos sí, del nuestro conocen las tiendas Zara.

Más adelante pasamos por la bonita Quebrada de las Flechas. Aquí los estratos de arena compactada sufrieron tal presión que se levantaron verticalmente hacia el cielo y posteriormente la erosión les dio forma de punta.

niña calchaquí
Niña calchaquí

Al fin llegamos a Cafayate, una pequeña pero hermosa ciudad (“Salta la linda, Cafayate la hermosa” dicen por aquí) donde pasaremos la noche. En el primer alojamiento que paramos sólo hay una habitación que se la quedan nuestros compañeros de viaje. Hay bastante oferta pero toda de hoteles sencillos. En el siguiente, todas las habitaciones tienen la ducha directamente al suelo, sin pileta, así que seguimos buscando hasta que encontramos una habitación sencilla pero que por lo menos tiene plato de ducha y cortina.

Estamos paseando por el pueblo y curioseando por las tiendas de artesanía cuando se pone a llover a cántaros. Dejamos que amaine mientras nos tomamos un té y continuamos paseando por su arbolada plaza con sus agradables casas coloniales. Como se siguen oyendo truenos decidimos cenar en el hotel. En buena hora. Al poco rato empieza a caer un verdadero aguacero haciéndose las calles intransitables. Baja un veloz río que inunda la calzada, las aceras, llegando casi a entrar en las casas. Nos quedamos dormidos oyendo el murmullo de la lluvia.


Día 21: Cafayate – Quebrada de las Conchas – Salta

Aunque las lluvias de ayer fueron muy intensas no hay problemas en la carretera (apenas hay puentes) y continuamos el viaje. Visitamos a las afueras de Cafayate una bodega sin mucho interés. Nos dan a probar unos vinos que nos parecen muy fuertes. Ha sido divertido ver la cara de nuestro compañero de Singapur, que no toma nada de alcohol, al probar el vino.

Garganta del diablo
Garganta del diablo

Salimos de Cafayate por la quebrada del mismo nombre que más adelante cambia a Quebrada de las Conchas, por los fósiles que en ella se encuentran. Continuamente aparecen formaciones geológicas de bonitos colores y las paradas se suceden ininterrumpidamente para hacer fotos en parajes como los Castillos, las Ventanas....

Más adelante paramos en el Anfiteatro al que se accede por un estrecho cañoncito que recuerda a Petra, salvando las distancias. Una cascada, en estos momentos seca, ha formado una especie de “marmita de gigante” con salida encañonada.

Poco después aparece otro paraje singular: la Garganta del Diablo, de formación parecida al anterior, aunque más largo y abrupto, en el que es preciso trepar algunos escarpes para llegar al anfiteatro final. Bonito y divertido.

La Quebrada de las Conchas se une con la de Alemania y el valle se ensancha; estamos de vuelta en el valle de Lerma, en Salta, poniendo fin a este bonito viaje que nos ha puesto en contacto con las amables gentes de estas tierras y con sus formidables paisajes.

 

 

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Para saber más:

http://www.turismosalta.gov.ar/
Mapas y recorridos:
http://www.turismo.gov.ar/esp/menu.htm

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