CUADERNOS DE VIAJE
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NORUEGA
(agosto 2007)

Siempre creo que todo va a durar para siempre, pero nada
dura para siempre. De hecho, nada existe más allá
de un instante, salvo las cosas que retenemos en la memoria.

SAM SAVAGE
Firmin

Pretty Woman

Los anuncios de pasta de dientes, consiga un aliento de pureza glaciar, o los de espuma de afeitar, sienta la frescura de un glaciar en su rostro, no sirven de gran ayuda. No importa tampoco cuántas fotografías o películas hayas visto, cuántos libros hayas leído o relatos hayas podido escuchar: de ninguna manera estás preparado para la emocionante y gozosa sorpresa que significa contemplar por primera vez un glaciar. Es verano y en este glaciar noruego, el Briksdalbreen, el hielo de la superficie está muy sucio. Como no hace falta decir, es un detalle que no le resta belleza y me limito a dejar constancia de que, algunas veces, empezamos fijándonos en detalles estúpidos. El hielo del interior, sin embargo, es de un delicado color azul, casi transparente, el azul glaciar. Como el púrpura divino es color para miniaturas de fantasía y también para esferas de relojes de lujo. Como el gris acerado es color para ojos de sicario en novela de espías.

Antes de llegar hasta el final de la lengua de hielo, que termina en un pequeño lago, hay que subir por un camino empinado y atravesar una impresionante cascada que es símbolo de bautismo. El que allí se recibe a poco que uno se detenga, no resulta precisamente simbólico.

Es posible -aunque no recomendable- llegar hasta el hielo y caminar sobre él, y de hecho algunos lo hacen, menos inquietos ante los eventuales crujidos que asombrados ante tanta belleza. Es el nuestro un glaciar pequeño, en realidad un brazo de otro mayor, y tiene un cierto aire como de cosa frágil y vulnerable, pero produce una fascinación extraordinaria, difícil de describir. Tal vez el mejor modo de hacerlo sea renunciar al tono documental o al poético y recordar a Julia Roberts, en su papel de Vivien, con lágrimas de alegría en los ojos tras haber asistido a su primera ópera:
-¿Le gustó la ópera, querida?
-Joder, casi me meo en las bragas …

 

La memoria es curiosa; recuerda
cosas que no valen un pimiento.

PHILIPPE CLAUDEL
Almas grises

Walking in Memphis

Como ya dejó dicho el gran torero cordobés Rafael Guerra Guerrita, ‹‹hay gente pa to››. En cuestión de viajes, esto se traduce en que unos prefieren ir a su aire y, otros, en viaje organizado. Aunque nadie lo confiesa, lo cierto es que los niños suelen aburrirse en las excursiones y en los desplazamientos; salvo contadas ocasiones, el resto del tiempo lo pasan preguntando cuándo llegamos, dónde comemos o por qué hay que subir esa cuesta si el McDonalds queda justo en la otra dirección. Por eso, viajando con ellos, es preferible la segunda opción: en un viaje organizado quizá encuentren otros niños o conozcan gente interesante. Tuvimos suerte en ambas cuestiones. Compartimos viaje con un grupo de italianos que, lejos de los abundantes tópicos negativos que hacen circular sobre ellos los franceses, son gente encantadora (para ilustrar este punto, véase la interesante monografía de Materazzi Lo que realmente dije a Zidane) y con un grupo de españoles no menos simpáticos

Pero un viaje organizado también comporta alguna desventaja que, algunas veces, tiene solución. Un día, por ejemplo, nos llevaron a dormir a un hotel de montaña cerca de unas pistas de esquí. Aún siendo bastante acogedor, aquello en verano está en medio de ningún sitio así que, después de dar un corto paseo y de cenar, nos preparamos para hacer un poco de tiempo antes de dormir. Salvo dos músicos búlgaros (ella al piano y él a la guitarra, lo de la nacionalidad lo supimos después) y un par de parejas, allí no había nadie. Vaya, pues no suenan mal…, papá, vámonos ya a acostar, anda, pero si en esa máquina hay café gratis, que nos estamos durmiendo…, ¡de aquí no se mueve nadie!, ¿no veis lo bien que cantan?, bueno, pero sólo una canción más y nos vamos…, y en esas estamos cuando se atreven con Walking in Memphis y ya nadie quiere irse a dormir. Empezó a llegar gente: Laura, Alicia, Marisa, Ana, Alba, Emiliano, aquello se animó y una velada destinada a olvidarse pronto se convirtió en uno de los mejores momentos del viaje. No hicimos fotos, pero podemos escuchar la canción y recordar que aquella noche estuvimos allí. Es un clásico de Marc Cohn (del que han hecho versiones Tony Hadley, Lonestar, Cher o Billy Joel, por ejemplo) y un homenaje a la rica cultura musical del delta del Mississippi. La mejor versión es la original (aunque la de Cher no está mal del todo) y puede encontrarse aquí:

https://www.youtube.com/watch?v=KK5YGWS5H84

Texto y fotos:  
José Pedro Moreno Díaz

 

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