CUADERNOS DE VIAJE
 VIAJES Y VIAJEROS
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NORUEGA (y 2)
(agosto 2007)

En el colegio todos le teníamos a Ramiro una mezcla de envidia y
admiración precisamente por eso: vivía rodeado de obras de arte,
de cuadros de Goya y de Sorolla, de objetos funerarios del siglo primero,
de mosaicos romanos y de bajorrelieves mozárabes

FERNANDO LALANA
La maldición del bronce

Noche en el museo


Otra de las falsas ideas que circulan por ahí es que a los niños no les gustan los museos y que, estando de viaje, mejor no perder el tiempo entrando en ninguno. En nuestro viaje, que duró siete días, entramos en seis museos, a cual más interesante y divertido. En la capital, por ejemplo, hay uno dedicado a la cultura popular que es magnífico: se pueden ver casas antiguas, con iglesia de madera incluida, jugar con zancos o sentarse a disfrutar del paisaje.

Hay otro en el mismo barrio (una pequeña península) dedicado a cierto tipo de embarcaciones antiguas muy bien conservadas. Cuesta creer que cascarones poco más grandes que los que allí se exponen arribaran a las costas americanas antes que Colón …

Hay también en la capital una Galería Nacional famosa desde que, en 1994, entró allí un señor, descolgó un cuadro que muestra a un tipo gritando y se lo llevó sin dar más explicaciones, con marco y todo. El marco apareció más tarde a poca distancia de la Galería, según nos contó un vigilante, la tela tardó un poco más en ser recuperada. Se armó un gran revuelo, total para un cuadro tan feo (en opinión de mi hija, que comparto, por más que ahora sea un símbolo de la angustia existencial de nuestro tiempo), del cual existen además otras tres versiones: dos en un museo dedicado al pintor y otra en una colección privada. En otra ciudad visitamos un estupendo museo de ciencias naturales, que ya antes de entrar, y con sólo mirar por la ventana, anticipaba el placer que iba a proporcionarnos enseguida:

Hace poco tuve oportunidad de ver la película Noche en el museo, y me pareció muy entretenida. Se trata de un museo en el que, cada noche, los objetos cobran vida propia. Aunque la idea no es nueva (Mújica-Laínez, Un novelista en el museo del Prado, ya había imaginado algo así con los personajes de los cuadros), resulta perfecta para conseguir que los niños se sientan fascinados por todo aquello que puede encerrar un museo. La recomiendo vivamente.

 

El mérito para los snobs es hacer siempre descubrimientos.
Así han llegado al dadaísmo, al cubismo y a otras estupideces semejantes.

PIO BAROJA
Memorias

¿Dónde demonios está el Kilimanjaro?

Felipe Benítez Reyes se excusaba de esta manera magistral por no haber incluido en un libro de reseñas aquellas relativas a ciertos escritores importantes: "[…] también me hubiera gustado mucho subir al Kilimanjaro y aquí estoy, indeciso incluso ante cuál sea la exacta ubicación geográfica del Kilimanjaro". Me encuentro en un caso parecido: quisiera haber hecho un relato más objetivo y prolijo, lleno de datos precisos, de información útil, de felices descubrimientos que resultaran después de algún provecho para futuros viajeros En lugar de eso me he limitado a evocar unos cuantos recuerdos, a describir lo que Gala llamaría un paisaje interior, cuando el viaje del que hablo no carece, precisamente, de paisajes espectaculares.

Espero que el lector termine la lectura de estas líneas, si no con aprobación, sí con indulgencia; yo me conformo con que al menos les hayan gustado a mi mujer, a mis hijos y a mi amigo Antonio Cuevas, a quien van dedicadas. Quedan más recuerdos de los que la prudencia y el deseo de brevedad, que suele ser casi siempre virtud, aconsejan incluir aquí. El último tiene que ver con las puestas de sol, de las que hemos disfrutado abundantemente. La mejor de todas fue la última, sentados en un banco del puerto, cena con gambas y salmón salvaje, con amigos, con risas, historias y chismes propios del viaje, contemplando el mar.

 

Texto y fotos:  
José Pedro Moreno Díaz

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