EL
CORAZÓN DE TURQUÍA
Turquía
es un destino de viaje frecuente, pero lo más habitual es
limitarse a Estambul, Capadocia, Éfeso y alrededores. También
se está desarrollando mucho el turismo en la costa sur, en
torno a Antalia. Pero hay una gran parte de la península
de Anatolia casi olvidada. La propia capital, Ankara, la costa del
mar Negro, y sobre todo el éste solo son visitados esporádicamente
por pequeños grupos o por viajeros aislados. Pese a ello
atesoran muchos lugares de interés. Vamos a centrarnos en
Ankara.
La capital de Turquía es una ciudad de larga historia. La
que los españoles conocieron como Angora fue antes Ancyra
para los griegos y romanos. En época del emperador Augusto
tuvo un papel importante como una de las ciudades principales en
Asía Menor, situada en la conexión de varias calzadas.
Muestra de esa importancia son los restos del templo de Augusto
y Roma, en el centro de la ciudad antigua. Pese a quedar poco en
pie, este templo tiene gran valor histórico pues en su pared
oriental y en el interior se conserva una inscripción que
relata los hechos de la vida del emperador, descritos por él
mismo.
Augusto, unos meses antes de morir, redactó su testamento,
dejó órdenes para su funeral y dictó un resumen
de las finanzas del Imperio y de sus obras al frente del gobierno
de Roma, las "Res Gestae". Todo ello se puso al cuidado
del templo de Vesta, en Roma, pero se hicieron varias copias. La
principal se grabó en el mausoleo de Augusto a la muerte
de éste, pero no se ha conservado. En cambio la colocada
en las paredes del templo de Augusto y Roma de Ancyra ha llegado
hasta nosotros en gran parte. Es conocida también como Monumentum
Ancyranum.
En 1147
la ciudad fue conquistada por los turcos selyúcidas. Después
de la Primera Guerra Mundial, con la creación de la República
Turca, Mustafa Kemal Ataturk la convirtió en la capital del
nuevo estado en 1923. Su situación geográfica era
más adecuada que la de Estambul para controlar la extensa
península de Anatolia, aunque quedase alejada de los centros
de poder del Mediterráneo. A partir de ese momento Ankara
fue creciendo imparable y extendiéndose por los cerros alrededor
de la antigua fortaleza. Hoy día es una gran ciudad bastante
occidentalizada.
Su
barrio antiguo, conocido como Ulus, conserva restos interesantes
de época romana y medieval, así como algunas calles
con el ambiente de la vieja ciudad turca que fue antaño.
La ciudadela es en su mayoría bizantina, con remodelaciones
selyúcidas. Varias puertas dan acceso a sus calles interiores,
donde perviven numerosos ejemplos de arquitectura tradicional. Casas
señoriales de madera, muchas en proceso de restauración,
van convirtiéndose en restaurantes, alojamientos y tiendas.
Durante decenios los habitantes de Ankara usaron los muros de la
ciudadela, sin valor militar ya, como soporte para viviendas. Los
trabajos de restauración y recuperación van dejando
libres grandes tramos de muralla, y los barrios que crecieron a
su sombra pierden progresivamente parte de las casas. Esperemos
que no se desalojen por completo, pues muestran formas de vida tradicionales
que dan carácter propio al centro histórico de la
ciudad.

A los pies de
la ciudadela se conservan los restos de un gran complejo termal
romano. Excavado solo en una pequeña parte, puede visitarse
parcialmente. Las termas y su gran palestra fueron construidas en
el siglo III, bajo el reinado del emperador Caracalla. Su tamaño
casi desmesurado indica el nivel de desarrollo que debió
alcanzar Ancyra durante el imperio. Sin duda nuevos trabajos arqueológicos
sacarán a la luz más restos de importancia.
El lugar más destacable de la capital turca, a nuestro juicio,
es el Anadolu
Medeniyetleri Müzesi, o Museo de las Civilizaciones
de Anatolia. Instalado en un bazar medieval (s. XV) que por si mismo
tiene un gran valor arquitectónico, alberga en su interior
las mejores piezas de las culturas hitita, frigia y urartea, así
como lo más destacable de los yacimientos neolíticos
de Asia Menor. El culto a la fertilidad, a las fuerzas de la naturaleza
y a los grandes felinos se hace sentir en todas sus estancias.
El jardín del museo, adornado con grandes piezas escultóricas
y cerámicas, proporciona una oportunidad inmejorable para
relajarse bajo la sombra de sus árboles y disfrutar de un
té reconfortante.
Para los turcos hay, sin embargo, otro enclave al que acuden con
fervor, el Anitkabir, o mausoleo de Ataturk. Mustafá
Kemal fue el líder de la Guerra de Independencia Turca
frente a los ejércitos europeos que invadieron Turquía
en 1918. Fundó y presidió la República Turca
hasta su muerte. Se le otorgó el sobrenombre de Ataturk o
“Padre” de la moderna Turquía.
Pese a que predominan los barrios modernos, Ankara no carece de
encanto. En las tardes soleadas las familias pasean junto a las
fuentes y los jardines frente al templo de Augusto, y a las puertas
de los cafés puede observarse a los hombres jugando al tavla,
un juego parecido al backgammon.
Ankara
es el mejor punto de acceso a dos de los lugares más llamativos
y peculiares del mundo de la arqueología, Hattusas, la capital
de los hititas, y Yazilikaya, su santuario rupestre, ambos Patrimonio
de la Humanidad. El trayecto lleva varias horas de coche (unos
150 km hacia el este), pero el viaje merece la pena. Al llegar al
pueblo de Bogazkoy una pequeña carretera desemboca ante una
muralla con dos torreones reconstruidos. Es la entrada a Hattusas.
En el siglo XVI a.C. una etnia que dominaba gran parte de Asia Menor,
los hititas, instaló allí su capital. Desde ella dominaron
Anatolia, Chipre y Siria durante cuatrocientos años. Actualmente
no queda ninguna gran construcción en pie en Hattussas, pero
el emplazamiento de sus templos principales y el interesante y extenso
recorrido de la muralla proporcionan una visita muy atractiva. Sus
puertas monumentales conservan buenos ejemplos de la arquitectura
y el arte hititas. En la Puerta de los Reyes un personaje ataviado
como un guerrero de alto rango custodia la entrada con sus mejores
armas, y en la de las Esfinges uno de estos seres alados, peinado
a la moda egipcia, guarda el paso a la ciudad ante visitantes indeseados.
La esfinge está tallada con detalle, y desde la puerta se
contempla un panorama espléndido: hacia el sur un bosquecillo
junto a un río; al norte toda la ciudad, que se reparte por
la ladera hasta el Gran Templo, con Bogazkoy al fondo. En la Puerta
de los Leones solo quedan dos felinos, que con la boca entreabierta
advierten a cualquier intruso. El león era un animal sagrado
para los hititas.

En el lugar conocido
como Büyük Kale (Gran Fortaleza), que debió albergar
el palacio real, se encontraron miles de tablillas con textos en
escritura cuneiforme, el archivo de los reyes hititas.
A dos kilómetros al noreste de Hattusas, escondido entre
las grietas de una formación rocosa, hay un santuario tallado
en la piedra. Una procesión de sesenta y tres dioses y diosas,
tallados en la pared, acompaña a un panel donde las divinidades
supremas, el dios del cielo y la diosa del sol, se muestran con
todos sus atributos. Como
si un rayo divino hubiese abierto un escondite en la roca, Yazilikaya
guarda con celo todo el panteón hitita y un retrato del gran
rey Tudhaliya IV. El santuario tiene dos salas, una de ellas más
escondida. Parece haber albergado el centro de culto más
importante de los hititas, relacionado con algún tipo de
iniciación mistérica. Las tallas de los dioses, que
cambian de aspecto según se mueve la luz del sol, los pasillos
entre la roca y la vegetación causan al visitante un ligero
escalofrío, una leve inquietud. Allí debían
celebrarse los rituales más secretos de la religión
hitita.
Podemos considerar que Hattusas y Yazilikaya constituyen el verdadero
ombligo de Asia Menor, un centro no geográfico, pero si mítológico.
En ellas vivieron y oraron a sus dioses reyes con poder suficiente
para enfrentarse al egipcio Ramses II, y allí se aglutinaron
los cultos a la madre tierra propios de Anatolia desde los inicios
de la civilización humana. ¿Qué lugar mas idóneo
para orar a la diosa de la fertilidad, la tierra y el cielo que
una grieta en la montaña, iluminada por el sol del mediodía?
Una visita a Hattusas puede completarse con los platillos de comida
tradicional que sirven en los restaurantes de Bogazkoy, donde incluso
hay algún alojamiento para quien no quiera retornar a Ankara
de inmediato y disfrutar de una noche junto a la capital de los
hititas.
Hay vuelos a Ankara diarios desde España, con escala en Estambul.
La web Destinia
proporciona toda la información necesaria para las reservas
de avión y hoteles.
Texto
y fotos
Jesús Sánchez Jaén
Permitido
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