Una
ciudad en una península, cobijada en su bahía,
y con un istmo estrecho en el que las calles se hacen
alargadas por obligación. Si se extiende al sureste
se encuentra la ría, si lo hace al noroeste el
mar abierto. Y entre tanto, el extremo norte de la península
tiene un habitante longevo, diríase que perpetuo,
tan pétreo que parece un dedo de la misma roca
dirigido hacia el cielo. Hay quien dice que fue primero
la torre y luego la ciudad; otros que hubo un primer poblado,
un castro de la tribu ártabra, y cuando los romanos
cayeron en la cuenta del refugio que la ensenada ofrecía
a las naves, construyeron el faro. Sea como fuere, la
torre ha iluminado el devenir de sus habitantes casi desde
antes de que haya memoria.
La mitología dice que fue allí donde Hércules
enterró la cabeza de Gerión, rey de Tartessos,
después de derrotarle. Sobre ella puso un túmulo
y una antorcha, justificación suficiente para que
los romanos honrasen al héroe construyendo un faro
con su nombre en el mismo lugar. Aunque no es menor causa
los beneficios que reportaba a la navegación costera
por el norte de la península Ibérica.
Con el tiempo, la torre de Hércules parece el remate
de La Coruña, su apéndice más largo,
lo primero que ven de ella los navegantes, y hasta el
siglo XX lo más visible incluso desde las costas
próximas. La ciudad crece desde el entorno de la
torre, y a partir de allí se extiende por el istmo,
abriéndose poco a poco en abanico siguiendo la
línea de la costa.
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También
en torno a ella se ha creado el cambio más
moderno de La Coruña. Siguiendo los modelos
urbanísticos que tratan de recuperar
espacio en las ciudades de manos de los coches,
se ha construido una estupenda vía peatonal
y ciclista que bordea la costa tomando como
eje central la Torre de Hércules, un
paseo marítimo en definitiva, pero no
solo dedicado a los vehículos a motor.
Hacia el puerto y hacia Riazor, a ambos lados
del centro histórico, la vía permite
caminar o pedalear varios kilómetros
con el mar a un lado y las cristaleras coruñesas
a otro. Miles de peatones, ciclistas y corredores
lo usan a diario, y podría decirse que
en verano quizá sea el camino más
frecuentado. La vía se prolonga desde
las playas hacia el monte de San Pedro, en un
ejemplo de buena conexión urbana, donde
enlaza con el ascensor panorámico, bola
de acero y cristal digna de una película
de ciencia ficción. Por el otro extremo
abraza la ciudad vieja y se detiene un poco
antes de La Marina.
Las obras junto al puerto permiten albergar
la esperanza de que la vía peatonal y
ciclista se extienda más allá
de los 14 km actuales.
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Junto al paseo marítimo se ha trazado y acondicionado
un tranvía, pero por desgracia lleva varios años
parado (a verano de 2015) por falta de mantenimiento y
presupuesto. Otra más de esas iniciativas sensatas
sacrificadas por el recorte presupuestario, por aquellos
que solo tienen en cuenta la rentabilidad económica
frente a la social y ambiental.
El
clima del verano coruñés, suave
y fresco, a veces algo lluvioso, invita al deporte
y al paseo a la orilla del mar, contemplando los
cambios de luz que las nubes provocan, y dejando
llevar la imaginación por el viento que
desde el Atlántico sopla trayendo leyendas
marineras y ecos de vikingos y corsarios.
En agosto La Coruña es una fiesta callejera,
pues el festival de Maria Pita llena las plazas
y los jardines de ferias, conciertos, exposiciones
y actividades diversas.
Música
en la plazas recoletas, con público familiar,
al fresco del atardecer junto a la muralla o en
los jardines de Méndez Núñez.
Despúes puede completarse la noche con
unos platillos suculentos en las tabernas de las
rúas paralelas a la Avenida de la Marina.
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Con
la llegada del otoño la ciudad se recoge, se abriga
un poco, pero no se para ni languidece. En vez de conciertos
en la plaza de Maria Pita o en las playas, o junto a la
muralla, se programan varios certámenes y encuentros
escénicos en el teatro Rosalía de Castro
(Ciclo
Principal) o en el Forum Metropolitano (Sen
Numerar) que llenan de actividades el ocio urbano.
Cualquier
momento es bueno para viajar a La Coruña. En
octubre (día 7) llegan las fiestas patronales,
las de Nuestra Señora del Rosario, que conmemoran
la lucha contra el corsario inglés Drake, y hasta
mediado de mes hay eventos culturales para todos los públicos.
Especial atención a los niños dedican el
“Forum Maxico” y “Bebescena”.
Las visitas a los lugares más representativos,
como sus iglesias, la Torre de Hércules, el puerto
y las calles llenas de galerías acristaladas, no
pueden olvidar el obelisco Milenium y el parque del Monte
de San Pedro, que cuenta con una parte infantil y un bonito
circuito para paseantes. A ambos se llega siguiendo el
paseo marítimo más al oeste de la playa
de Riazor, junto a los acantilados verdes que separan
la ciudad del mar. Desde el obelisco y desde el Monte
de San Pedro pueden contemplarse algunas de las mejores
panorámicas de la ciudad y sus playas, así
como de la costa recortada que se adentra en el Atlántico.
Al caer la tarde la luz muestra unos contrastes muy fotografiados.
El
casco antiguo tiene iglesias románica estupendass,
como la de Santiago y la de Santa María, pazos
como el del Marqués de San Martiño, casa
nobles de grandes personajes, como la de Rosalía
de Castro o la de Emilia Pardo Bazán y museos como
el de Arte Sacro o el Militar, que está muy unido
a la historia de La Coruña por las numerosas contiendas
navales frente a invasores variopintos. Una forma fácil
de recorrerlo es seguir el itinerario que ofrece el ayuntamiento
en su página web (Ruta
Ciudad Vieja), con todos los horarios de visita y
las direcciónes de los lugares más importantes.
Texto y fotos:
Jesús Sánchez Jaén