CUADERNOS DE VIAJE
Artículos  Clásicos  Cuadernos de viajes  Documentos  Tu Relato  Viajeros  Principal 

 

NAVEGANDO POR EL RHIN


Texto y fotos:  
María Jesús Leza  

Publicado: 23 - 11 - 2018

Despertamos en el camarote del Acua Rosa, el barco que había zarpado la tarde anterior desde el puerto de Amsterdam. A pesar de que el día se presenta nublado y ventoso, subimos a cubierta para contemplar el paisaje del mítico Rin. Continúa la verde y fértil llanura, pero esta vez, aparte de pequeñas poblaciones con su torre de iglesia, se aprecian algunos complejos industriales, lo que nos da a entender que nos encontramos ya en tierras germanas. Más tarde y mientras almorzamos en el comedor vemos a lo lejos las torres de la catedral de Colonia con sus características filigranas.

Abandonamos el barco y caminamos por el muelle Konrad Adenauer, donde ha atracado el Acua Rosa, acompañados de Irene, nuestra guía, y subimos a la zona histórica donde se encuentra la impresionante catedral gótica declarada patrimonio de la humanidad. El interior deja al viajero sin aliento por su grandeza y alberga tesoros como el Relicario de los tres Reyes Magos, una inmensa e importante sillería y preciosas vidrieras. Junto a la catedral se ubica el Museo Romano Germano que ofrece documentación interesante sobre el pasado romano de Colonia.

A la salida de la catedral damos un paseo por sus alrededores. La llamativa torre de San Martín se encuentra cerca del antiguo Ayuntamiento y en los comercios que rodean la catedral se puede comprar la famosa agua de colonia 4711. Igualmente conocida es la Kölsch, una cerveza de clara fermentación, que nos dan a degustar en una de sus típicas cervecerías. Regresamos al muelle de Konrad Adenauer entre calles de nuevo trazado e interesante arquitectura. De la antigua ciudad medieval apenas quedan unas pocas iglesias románicas. Colonia fue casi totalmente arrasada durante la Segunda Guerra Mundial a causa de los bombardeos de la aviación alemana, incluso las emblemáticas torres de la catedral fueron dañadas pero fueron prontamente reconstruídas.

 


COBLENZA, VALLE DE LORELEY, RÚDESHEIM

Después de una noche de navegación amanecemos en Coblenza. Por la mañana temprano caminamos siguiendo el curso del río Rin hasta la llamada “esquina alemana”, esto es la confluencia de los ríos Rin y Mosella. Justo en esa esquina se yergue la imponente estatua ecuestre de Guillermo I, el primer rey de la Alemania unificada. En la otra orilla, en lo alto de una colina, se alza la fortaleza inexpugnable de Ehrenbreitstein, construida por los arzobispos de Treveris en el siglo XVI.
No lejos del monumento al káiser se encuentra la singular iglesia renana de estilo románico de San Cástor. Nos adentramos en la zona peatonal y contemplamos la iglesia de San Florín y la Casa del Jurado con sus torres. Paseando por las calles recoletas vamos descubriendo antiguas casas con sus típicos entramados de madera vista con encantadoras tiendas de antigüedades y de labores artesanales propias de la región.


Después de almorzar en el barco, nos trasladamos en autobús hacia Boppar desde donde embarcamos en una nave de pequeñas dimensiones para recorrer el valle de Loreley –este año debido a la escasez de lluvias el río carece de caudal suficiente para la navegación de grandes barcos-.

Una vez acomodados en la proa, nos adentramos en el llamado Rin Medio. En seguida nos sale al encuentro un paisaje de leyenda, de viejos y legendarios castillos y fortalezas asomando entre bosques, riscos y viñedos deslizándose por las laderas, un decorado romántico digno de ópera wagneriana; tanto es así que esperas que las hijas del Rin puedan emerger de las aguas de un momento a otro. Hace un día soleado. En ambas orillas, al pie de las colinas, vamos dejando atrás villas con sus rojos tejados y cúpulas azules. En lo alto brillan los castillos de Sterre, Tambiennberg y Liebenstein, estos también conocidos como “los hermanos enemigos” y otros como el de Katz (gato) o Maus (ratón). No lejos de allí se encuentra la legendaria roca de Loreley presidida por una escultura representado una ondina o sirena. Durante siglos, las corrientes y las rocas traicioneras provocaron el hundimiento de barcos atraídos por los cantos de Loreley, una bella muchacha que peinaba su cabellera dorada sobre una roca.

Regresamos a Boppar y un transbordador nos cruza a la otra orilla donde se encuentra Rudesheim. Población eminentemente vinícola, su estrecha y animada calle principal plagada de tabernas y cervecerías termina en lo alto de una recoleta plaza donde se asienta el precioso edificio del museo de instrumentos musicales mecánicos. Las casas de Rudesheim con sus tejados a dos aguas, entramados y fachadas de distintos colores, evocan los cuentos de los hermanos Grimm. Bajamos de nuevo la calle principal que desemboca en el puerto y nos sentamos en la terraza de una cervecería. Desde allí, frente a nosotros en la otra orilla podemos ver el abigarrado caserío de la ciudad de Bingen, famosa por la santa Hildegard von Bingem, llamada también la sibila del Rin. Visionaria, poeta compositora y sanadora, sus escritos fueron muy famosos en su época y aún hoy en día continúan siendo fuente de inspiración.
Regresamos en autobús a Andernach donde se encuentra atracado el barco por razones técnicas. Después de cenar, al atardecer subimos a cubierta para ver zarpar el barco en dirección a Coblenza deslizándose por las aguas del Rin teñidas de rojo, mientras vamos dejando atrás la silueta de la ciudad de Andernach recortada bajo un cielo azul violeta. Al día siguiente iniciamos el regreso rumbo a Amsterdam.

 

Volver a Cuadernos de Viaje

Regresar a Cuadernos de viaje