Desde Bandiagará una
pista de 38 kms, en no muy buen estado, nos lleva a Sanga. Continuamos
unos dos kilómetros más en coche hasta Bongo, en el
filo del cortado, dejamos los 4 x 4 y acompañados por nuestro
guía y otro local, además de numerosa chiquillería,
comenzamos a descender la falla. El camino muy empinado, con algunos
tramos de peldaños tallados para facilitar su descenso, se
introduce en una estrecha canal de altas paredes. Con cierta frecuencia
nos cruzamos con lugareños que utilizan esta senda habitualmente
y que transportan sobre sus cabezas grandes bultos.

Panorámica
de Banani |
Banani
se extiende desde el pie de la escarpadura hasta el valle.
Viéndolo mientras bajamos, sus casas y graneros se
confunden con la pared rocosa. Pasamos por delante de la toguna,
casa de la palabra, de techo muy bajo de cañas de mijo
sostenida sobre ocho pilares de madera, a menudo labrados,
donde sólo se reúnen los hombres para tratar
de cualquier asunto que ataña a la comunidad. Las mujeres
cuando tienen el ciclo menstrual deben recluirse en la casa
de las mujeres porque son consideradas impuras. Como los dogón
son polígamos siempre tienen alguna mujer con ellos,
mientras que a las mujeres esos días de reclusión
les sirven de descanso, ya que sobre ellas recae la mayor
parte del trabajo agrícola, además de cuidar
de los hijos, ir por agua, moler el mijo....
Los coches nos están
esperando al lado del bar-restaurante de un pequeño
campamento donde nos han encargado la comida: espagueti,
arroz, cuscús y pollo pero tardan más de dos
horas en traerla con lo que perdemos un tiempo precioso.
Esta tarde se tenía que hacer parte del trekking,
sin embargo, debido a esta tardanza, no podremos hacer lo
que estaba previsto. Se empiezan a barajar opciones para
modificar el plan y al final se decide que mañana
se haga el trekking completo (lo de los dos días
en uno).
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Continuamos el viaje en coche por una
pista. Intentamos tomar un atajo pero son ya las cuatro de la tarde,
hay dunas y por temor a quedarnos pillados y que se nos haga de
noche, retrocedemos hasta Bandiagará para luego continuar
por otra pista hasta Duru.
El campamento de Duru, al que llegamos
ya anochecido, es muy sencillo pero dispone de un pequeño
generador que ilumina un par de estancias. Montamos las tiendas
en la terraza superior del edificio del campamento sin clavar clavos;
unas colchonetas y nuestro peso evitará que se muevan. Cenamos
unos espagueti con salsa y un poco de pollo que ha sido sacrificado
unos minutos antes por el dueño del campamento. La temperatura
es muy grata y sopla una ligera y fresca brisa. En estos parajes
aislados carentes de luz eléctrica y, por lo tanto, sin contaminación
lumínica, la visión de la bóveda celeste, cuajada
de estrellas, es magnífica y resulta realmente agradable
sentarse un buen rato tratando de identificarlas.
Después del desayuno a base de
pan, quesitos, mermelada, café instantáneo con leche
en polvo y té, se presenta el guía dogón para
el trekking, Abdulai, un joven alto de grandes y rápidas
zancadas, y comenzamos a caminar tras él sin más carga
que la máquina de fotos y el agua, ya que donde dormiremos
esta noche estarán los coches

Mujeres
regando con calabazas
Al principio pasamos por terrenos
de labor. La mayoría son cultivos de cebollas donde hombres
y mujeres se afanan, unos regando con calabazas que previamente
han llenado en el río o en los pozos, y otros arrancando
las malas hierbas. Más adelante aparece la roca arenisca
desnuda muy erosionada formando corredores, algunos inundados por
el agua de las lluvias estacionales que, según nos informa
Abdulai, suelen durar toda la temporada seca.
Vamos caminando por lo alto
de la Falla de Bandiagará y una suave brisa impide que pasemos
calor. Debajo, en la llanura, se ven algunas dunas y una raquítica
vegetación arbustiva: el sahel, la franja intermedia entre
el desierto y la sabana. En un punto muy alto de la escarpadura
se encuentran las construcciones de los antiguos habitantes de la
falla, los tellem (hombrecillos rojos), pigmeos
que vivían de la caza y que los dogón, alrededor del
siglo XIV, desplazaron. Viendo donde están colgadas las casas
no es extraño que la tradición oral dogón diga
que los tellem podían volar; aunque la verdad, más
prosaica, es que accedían a sus casas por medio de cuerdas
y marañas de vegetación.

Cazador
dogón |
Al entrar a Benimato, donde debiéramos haber dormido
anoche, nos presentan al cazador del poblado. Le damos algo
de dinero y dispara su fusil que suena como un cañonazo.
Debe ser parecido a los que usaban los pioneros en el oeste
americano en la época de Daniel Boone. El percutor
tiene un pedernal que al golpear contra el acero produce la
chispa que incendia la pólvora que hace de fulminante
y a su vez produce la explosión de la pólvora
comprimida en el cañón. En la aldea vemos su
cabaña facilmente reconocible porque en el exterior
están colgados de unas cuerdas unos reptiles y numerosos
cráneos, sobre todo de monos, incrustados en la pared
de adobe. |

Ventana
de una casa dogón |
Las
casas unifamiliares dogón se componen de unas habitaciones
rectangulares de techo plano, distribuidas en torno a un pequeño
patio donde se muele el mijo y se cocina. El fuego para cocinar
lohacen en un rincón bajo un soporte de metal o cemento
y según se van consumiendo los palos encendidos los
van empujando hacia dentro, eso sí, con las manos porque
si se hace con los pies se puede provocar un gran maleficio.
Las puertas y ventanas son de madera talladas con figuras
humanas, animales u objetos cotidianos. Los graneros son de
planta circular o cuadrangular, rematados por un techo cónico
a base de pajas trenzadas, divididos en 8 departamentos donde
se guardan por separado las pertenencias de los hombres y
de las mujeres. |
Pasamos
al lado de la mezquita y de una pequeña iglesia, ambas
de adobe. Nos comentan que en esta aldea tienen definidos
tres barrios: el musulmán, el cristiano y el animista
y que viven sin mayor problema. Si esto es cierto es un verdadero
modelo de convivencia religiosa.
Desde Benimato bajamos de nuevo
la falla de Bandiagará por un sendero más suave
y menos impresionante que el de ayer. El camino hasta Endé,
ya a los pies de la falla, es arenoso y cálido. Aquí
nos están esperando los coches con bebidas frías
y la comida encargada: cuscús, arroz y espagueti con
salsa y algo de carne de buey.
Hasta
Telly queda una hora más de camino que transcurre bordeando
campos de cultivo de mijo, ya cosechado en esta época,
y al lado de algún gigantesco baobab. Se ven bonitos
parajes e impresionantes derrumbes de paredones de la falla,
que discurre a nuestra derecha, que han sembrado de monumentales
cascotes algunos tramos de pendiente. También se pasa
por pequeñas aldeas donde es facil observar a los aldeanos
dedicados a sus tareas cotidianas.
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Mujer
dogón limpiando grano
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La impresión que produce
Telly al acercarse es encantadora: de la pared sale una visera debajo
de la cual están las antiguas construcciones dogón,
que ocupan una amplia faja, y a los pies el pueblo actual.

Telly
El alojamiento para esta noche es bastante
básico con retrete de agujero y una ducha, que algunos “distraídamente”
utilizan también como retrete, a base de cubos de agua. Se
puede dormir en tienda en la terraza o en las sencillas habitaciones
de suelo de tierra, situadas a ambos lados del patio, compuestas
por un catre de cañizo, una colchoneta y una mosquitera.
Como no hace calor nos decidimos por la habitación.

Mezquita
de Telly |
Antes de que se ponga
el sol damos un paseo por el pueblo para ver la mezquita
de adobe y a las gentes desarrollando sus actividades habituales:
mujeres cocinando, lavando, hilando.., hombres trabajando
en telares y los chicos vendiendo artesanía. ¡Lástima
que no les guste que se les fotografíe! Gratis, se
entiende.
Cuando estamos todo
el grupo reunido comienza a correr la cerveza y los refrescos.
Como no hay corriente eléctrica nos traen unos faroles
de petróleo y encendemos algunas velas y linternas.
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Luego, ¡sorpresa!, el guía
había encargado un cordero y por lo que parece lo han asado
dándole vueltas en el espetón porque nos lo han traído
entero, sin cabeza, y relleno de cebollitas. Para acompañarlo
los consabidos espagueti, arroz y cuscús con salsa de tomate.
Como final el turrón que hemos traído.
Una orquesta de tambores y guitarra
nos anima la velada y pronto nos vemos rodeados de niños,
mujeres y jóvenes del pueblo que han venido al reclamo de
la música. A las mujeres jóvenes de la aldea se las
convence para bailar y cuando se animan sucede algo mágico:
al ritmo de sus ancestrales tambores, sus cuerpos se mueven interpretando
las danzas tribales; hay, incluso, alguna que lo hace llevando el
niño dormido sujeto a la espalda. Bailan por grupos de dos
o tres mujeres y a veces se les une algún hombre. Entre el
cielo tan maravillosamente estrellado, el sonido de los tambores,
la gente bailando a la luz de las linternas, que parecen reflectores
iluminando una escena, el espectáculo es cautivador.
Aproximadamente
a las 12 de la noche hora española, 11 maliense, despedimos
el año y damos la bienvenida al 2006 tomándonos
las uvas de lata al son de las campanadas que tocamos en una
botella. A las 12 de aquí nos vamos a dormir.
Al día
siguiente después del desayuno, café o té
con unos buñuelos típicos, continuamos la visita
de Telly. Subimos andando hasta el inicio de la faja para
observar de cerca las construcciones antiguas de los tellem
que han sido utilizadas como sepulturas por los dogón,
los graneros, la casa del hogón y el lugar de la circuncisión.
El hogón
es algo así como el jefe y sacerdote de los dogón.
Conserva la tradición oral, está liberado de
trabajos físicos -sus tierras las cultivan los hombres
de la comunidad- vive apartado del mundo y todos los días
una joven virgen le sube la comida. Alguna de estas características
de su trabajo no debe ser muy atractiva para ellos porque
en la actualidad el cargo está libre.
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Graneros en Telly |
La fiesta más características
de los dogón es el Sigui, relacionada con la transmisión
de la lengua secreta que usan los miembros de la sociedad de las máscaras.
Son 10 días de fiesta y tiene lugar cada 60 años. Cada aldea
importante organiza su propio Sigui que no tiene por qué coincidir.
Tres meses antes se empieza la talla de una enorme máscara de madera,
plana y alargada que representa al antepasado y comienza el proceso de
iniciación de los jóvenes adolescentes que conservarán
la transmisión de los ritos religiosos y el conocimiento de la lengua
secreta. El último tuvo lugar en 1967. Las máscaras también
se utilizan en el festival de la siembra y en las ceremonias funerarias.

Pinturas
en Sanga |
Pasado Bandiagará
camino de Mopti nos desviamos de la carretera general 5
kms a Songa. Se nota que es un pueblo muy visitado por los
turistas porque nada más bajar del coche decenas
de niños nos piden cualquier cosa. Hay que pagar
por visitar el pueblo y lo más interesante es la
cueva donde hacen la circuncisión que tiene pinturas
representando símbolos, seres mitológicos
y bocetos de animales en rojo, blanco y negro. En este santuario
cada 3 años tiene lugar la circuncisión de
los niños de entre 10 y 12 años de las distintas
aldeas de la región.
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Según las creencias
de los dogón los recién nacidos poseen el embrión
de dos almas y dos sexos; el hombre tiene su parte femenina situada
en el prepucio y la masculinidad de la mujer está en el clítoris.
Con la circuncisión y la escisión, hombre y mujer
se convierten en adultos e iniciados. Por lo que nos dicen, la ablación
del clítoris está prohibida pero se sigue practicando
bajo cuerda. En una oquedad de la misma cueva se custodian unos
instrumentos musicales que son utilizados por los niños iniciados
tras la circuncisión.
Salimos
de Songa hacia Mopti y demás ciudades de Malí con nostalgia
del país dogón. ¿Será un buen momento para
volver en el Sigui del 2027 o para algunos se nos habrá hecho un
poco tarde?
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Para
saber más:
Ikuska, enciclopedia de viajes
http://www.ikuska.com/Africa/Paises/Mali.htm
Mapas:
http://www.ikuska.com/Africa/Paises/Mali.htm