CUADERNOS DE VIAJE
 VIAJES Y VIAJEROS
Artículos  Clásicos  Diseño de viajes  Documentos  Viajeros  Principal 
-
 


ZAHARA DE LA SIERRA

Entre atalaya y estrellas

 

Como el casco de un barco invertido, así aparece en la lejanía Zahara, entre oleadas de olivares, de cuyos frutos se extrae un aceite apreciado desde la antigüedad.


La cresta rocosa sobre la que se yergue la torre del homenaje y la falda del monte en donde se asienta el caserío existieron desde el principio de los tiempos. El establecimiento humano no es tan antiguo, pero casi, pues desde épocas prehistóricas se tienen noticias de poblamientos en sus inmediaciones.


Pero fueron los musulmanes, venidos del otro lado del Estrecho, los que la conquistaron en el siglo VIII y construyeron allá arriba una fortaleza casi inexpugnable. Y es que Zahara, por su situación geográfica y su valor estratégico fue siempre presa codiciada en los botines de guerra. A ello y a su ubicación fronteriza entre los reinos cristiano y nazarí se debe el hecho de que cambiara de manos varias veces durante la Reconquista. Al fin, en 1483, es definitivamente ganada para los castellanos por don Rodrigo Ponce de León, duque de Arcos, animando a los Reyes Católicos a iniciar la batalla final que culminaría nueve años después con la toma de Granada.

Zahara, que significa “flor” en árabe, además de ser llamada así una de las hijas de Mahoma, es un pueblo en pendiente, adaptado a la difícil orografía del terreno, que merece la pena ser recorrido lentamente a pie, disfrutando de sus vistas espectaculares.
El casco urbano, declarado Conjunto Histórico-Artístico desde 1983, hace gala de pueblo andaluz serrano y encalado, no en vano se encuentra en plena ruta de los pueblos blancos gaditanos.

Los monumentos más destacados son la iglesia barroca construida, bajo la advocación de Santa María de Mesa, por Antonio de Figueroa en 1755, en cuyo interior se conserva, junto a otras valiosas joyas, una maravillosa talla gótica de la Virgen de finales del siglo XV, y la Capilla de San Juan de Letrán. Junto a la iglesia de Santa María, un camino de tierra conduce hasta la Torre del Homenaje, último reducto protector de la población en épocas de guerra, que se encuentra 60 metros más arriba, en una roca vertical, y desde la que se contempla una vista inigualable del Parque Natural de Grazalema.
Pero si hermoso es el pueblo, no lo son menos sus alrededores. El río Bocaleones, a su paso por el término, forma una garganta entre las rocas con una caída de más de 370 metros. En el fondo de la misma hay dos cavidades, en el paraje denominado “Ermita de la Garganta Verde”, con estalactitas y estalagmitas. Este tipo de cuevas naturales es ideal para la práctica de la espeleología, que junto al senderismo, rapell y bicicleta de montaña forman el elenco incompleto de la cantidad de deportes de aventura que se pueden practicar en la zona.
Mas no se acaban aquí los atractivos que podemos encontrar en el término de Zahara de la Sierra. Como hemos dicho antes, la población se halla enclavada en el corazón del Parque Natural de Grazalema. Y decir Grazalema, aparte de significar espolones rocosos de gran belleza sobre los que puede contemplarse la recortada figura de un corzo o ver sobrevolar majestuosamente un águila imperial o un buitre leonado, y la mayor pluviosidad de España, es hablar del pinsapo.
Se trata de una especie relicta de abeto propia del período terciario que ha sobrevivido en esta zona como especie endémica y que constituye un auténtico fósil viviente de la época en que la Tierra estaba invadida por el hielo.

También merece la pena conocer sus fiestas. Un día muy especial en Zahara es el del Corpus. Ese día, sus calles, revueltas y empinadas, se cubren de juncias y las casas, de ramas, zarzas y retamas, dotando a la población de un colorido y un olor inolvidables.


En definitiva, que no fueron los moros y los cristianos los únicos cautivados por la magia de este lugar. En pleno siglo XIX, Zorrilla escribió un Romance titulado “La sorpresa de Zahara” y en él se decía:
“Cuando encienden los cristianos de noche hogueras en ella, no distinguen los paisanos si son sus fuegos lejanos luz de atalaya o estrellas...”

 

JOSÉ MARÍA RODRÍGUEZ DE CEPEDA
justocep@eresmas.com
FOTOS: KAREN YELIN

Volver a Cuadernos de Viaje
Regresar a Cuadernos de viaje