Si una imágen
vale más que mil palabras, en este caso quiza sea a la
inversa. Lean sino lo que sigue, un fragmento del primer capítulo
del libro, titulado "Tierra". Ese vocablo, asimilado
en la memoria de la humanidad al grito del marinero deseoso de
descubrir en el horizonte algo más que el líquido
océano, es la primera palabra de un libro que pretende
hablar de una ciudad clavada en el agua.
"
(...) Los muelles son un hervidero constante de embarcaciones
en movimiento; un gran buque blanco se desliza hacia el
puerto; una multitud de palacios monstruosos se apiña
en la orilla, tambaleantes y mascullando como aristócratas
inválidos que se disputan el aire fresco a empujones.
En una ciudad retorcida pero maravillosa y, a medida que
el barco se acerca sorteando las últimas islas coronadas
de iglesias, un avión de reacción sale del
sol rugiendo espléndidamente y toda la panorámica
parece estremecerse de satisfacción, de vejez, de
suficiencia, de tristeza, de placer." |
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Así,
con esa fuerza descriptiva, arranca el libro de Jan Morris.
Venecia es el objeto, pero también el sujeto de una
pasión, de un desmenuzamiento pormenorizado de todo
lo que atañe a la ciudad de los canales. Historia,
leyenda, costumbrismo, sociología, arquitectura,
urbanismo y hasta crónica necrológica aparecen
en sus páginas. Lo mismo se cuentan los crímenes
de la alta política de la Serenisima que se describen
los fétidos canaluchos en las traseras de los grandes
palacios.
La
mirada anglosajona de la autora no deja hueco de la ciudad
sin alumbrar ni rincón de su historia sin airear.
Parece que quisiera desvestir de mitos a la Venecia turística,
al tiempo que la ensalza como única entre las naciones.
Para
quien disfrute no solo con los itinerarios descriptivos,
sino con los hechos que se han vivido en las ciudades, es
impagable el primer bloque de los tres en que se divide
el libro: el Pueblo, la Ciudad y la Laguna. |
En el Pueblo,
sin ánimo de dar una clase magistral, Morris cuenta las
luchas clasistas de los dogos, la avaricia de los mercaderes,
el orgullo frente a las otras repúblicas italianas o el
poder mediterráneo obtenido por las naves venecianas.
De
otro lado, quien desee descubrir lugares apartados de las hordas
de turistas, incluso aquellos que los propios venecianos no querrian
mostrar, puede adentrarse en el apartado la Ciudad. El repaso
a los servicios públicos es, a veces, cansino, pero contiene
pasajes sorprendentes, como el que relata la ubicación
del hospital municipal y el funcionamiento de las urgencias sanitarias
y funerarias.
"El
hospital municipal de Venecia, una estructura enorme y llena
de recovecos situada cerca de la iglesia de San Zanipolo,
ocupa el claustro de dicho templo y el antiguo edifico de
la Scuola di San Marco. Entrar en el hospital es una experiencia
extraña, pues para llegar a las salas hay que pasar
por una de las fachadas más exquisitas de Venecia,
una marvillosa creación de efecto trompe-l'oeil del
siglo XV rebosante de leones, motivos grotescos, trucos
de artesanía y superposiciones." |
Este trabajo
pormenorizado en torno a las miserias de la vida diaria y a las
anécdotas venecianas, excesivo en algunos momentos, no
impide espacios deliciosos dedicados a cosas más poéticas,
como el capítulo Arabescos. Allí la autora se permite
una ensoñación sobre el aire oriental de Venecia,
al hilo del cual relata el regreso de Marco Polo y su posterior
influencia sobre la política comercial de la ciudad. Venecia
siempre ha querido ser Oriente, pertenecer a Oriente, y dejar
claro a las ciudades vecinas que no hay mejor puente entre Europa
y Asia que ella.
El tercer
apartado lo dedica Morris al entorno de la ciudad, la laguna.
Quieran o no los venecianos, y los visitantes, su ciudad vive
en el agua y de ella depende. Todos los aspectos ambientales,
geográficos e incluso hidráulicos de la laguna caben
aquí.
Un libro para
leer con calma, a poder ser sentado en la Riva degli Schiavionni,
o al pie de San Giorgio Maggiore, contemplando San Marcos, Santa
Maria della Salute y la Aduana, mientras algún crucero
se desliza procurando agitar lo mínimo las aguas de la
laguna. No es un libro para visitar Venecia, sino para releer
la ciudad y pasear por ella con tiempo. Quizá algo solo
para unos privilegiados. Pero su lectura después de un
viaje a la ciudad despierta, sin duda, el deseo de regresar.
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“Venecia”
de: Jan Morris
Clásicos de la literatura de viajes
RBA Bolsillo
Barcelona 2008. |
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