La
ciudad que se despereza
Las primeras
veces que visité Jaén, allá por los años 80, la
ciudad me pareció desábrida, tortuosa y poco acogedora. El castillo
y su Parador, que ofrecen una inmejorable vista de la ciudad y la llanura,
justificaban todo lo más una parada de camino a un destino algo remoto.

Pero años
después regresé y pude descubrir otro Jaén. El motivo
de la visita era la colección de arte ibérico del museo provincial,
hoy Museo de Jaén, posiblemente la mejor de toda la Península
con permiso de los excelentes objetos del museo de Albacete. La joya del museo,
a mi parecer, es la colección de esculturas ibéricas de Porcuna,
que dispone de una sala particular. Sin olvidar las de la necrópolis
del Pajarillo y la reproducción de la cámara sepulcral de Toya.
Entre los siglos VI y IV a.C. el arte ibérico alcanzó niveles
de calidad equiparables a los de las grandes culturas del Mediterráneo.
http://www.juntadeandalucia.es/cultura/museos/MJA/
Después
del museo se imponía una visita a la catedral. Como era una fresca
mañana de domingo de invierno, al calorcito del sol las gentes paseaban
tras la misa.
La catedral es obra de Andrés de Vandelvira, quien diseñó
las naves y la sacristía con modelos renacentistas. La portada principal
es barroca, del siglo XVII. Su rica decoración no empaña el
disfrute del interior; lineal, sobrio y esbelto. Magnífica para mi
gusto, sin nada que desmerecer ante las grandes catedrales góticas.
Un dato: se levanta sobre el solar que ocupó en su día la mezquita
mayor de la ciudad islámica.

Contagiado
del ambiente decidí pasear también, internándome hacia
la judería. Las calles no aparecían remozadas, ni estaban libres
de suciedad ni de edificios en claro abandono, pero se apreciaba una incipiente
labor de recuperación. Una fachada preciosa de ladrillo rojo con tres
enormes arcos sobre los cuales se leía “Cine Darymelia”
había sobrevivido a la desidia municipal y a la especulación
urbanística. El andamio a medio montar indicaba que alguien se estaba
tomando la molestia de restaurar el edificio. Como leería más
tarde, este cine de 1927 había sido convertido en teatro y luego abandonado
a su suerte. Ahora parecía un símbolo de la recuperación
de la ciudad.
Caminando
hacia el norte me adentré en el entramado que lleva a la judería,
con calles retorcidas y entrecruzadas donde aparecen pequeñas parroquias
en plazuelillas. En la de San Bartolomé la iglesia del mismo nombre,
mudéjar, se deja acompañar por un palacete decimonónico,
la Casa del Miedo.

Una de las calles
adyacentes, la de Martínez Molina, me llevó al punto de mayor
interés del barrio, el Palacio de Villardompardo y los baños
árabes que se conservan en su sótano. De nuevo aquí los
andamios, la arena y los sacos de cemento indicaban preocupación por
el patrimonio de la ciudad. Las obras, que suelen estorbar al viajero por
lo que tienen de obstáculo, provisionalidad y afeamiento, en este caso
eran una buena señal. Además, y para mi contento, la benevolencia
del vigilante me permitió echar un vistazo rápido a los baños.
Al salir a la calle iba repitiéndome que debía volver a Jaén
sin tardar mucho. Las estancias del “hammam” eran de las más
espectaculares que había visto y merecía la pena visitarlo con
detenimiento cuando terminasen las obras. Los baños se construyeron
en tiempos de Abderramán II y fueron remodelados bajo el dominio almohade.
Son sin duda los mejores de toda la Península Ibérica.
En cuanto al palacio de Villardompardo, del siglo XVI, es muy sobrio y armónico,
y destaca la esbeltez de los arcos de ladrillo de su patio. Su fachada oculta
y engaña sobre lo que puede verse en el interior, como tantos palacios
del adusto renacimiento español.
No terminó
aquí la buena mano del vigilante: había llegado la hora de comer
y en aquellas calles no había ni asomo de bar, restaurante o tasca
en la que parar un rato. Su recomendación fue certera e inmejorable.
Por un lateral del palacio de Villardompardo descendí, entre paredes
encaladas, ropa tendida y algún gato rebuscando en la basura, hacía
uno de los arrabales más populares de Jaén, el Arrabalejo. En
una plazoleta, junto a una preciosa fuente del siglo XVI, encontré
todo un monumento a la buena cocina andaluza, la taberna que lleva el nombre
de la plaza, el Pilar del Arrabalejo.
Esta taberna
es uno de esos sitios que el viajero recuerda con detalle pese al transcurso
del tiempo. La barra, surtidísima, en el primer piso, y el restaurante
en un sótano fresco y bien ventilado. Platos de cocina jienense y tradición
sefardí sorprenden al visitante por su sabor a comida tradicional,
alejada de modernidades poco dadas a alimentar el cuerpo mientras adulan el
espíritu. Aquí se come bien, con mayúsculas, y los sabores
del aceite de oliva, el bacalao, las gachas con anís, los escabeches
y otras especialidades ayudan a seguir viaje reconfortados. El precio es moderado
para los tiempos que corren. Quizá
la circunstancia de llegar aquel día a una hora de poca parroquia,
pasado el barullo del aperitivo, ayudó a tener mejor servicio, pero
he regresado varias veces, con comensales diferentes, y siempre hemos salido
contentos.
Es fácil de encontrar, cualquiera en el centro de la ciudad la conoce,
y solo con seguir la calle Millán de Priego, hacia su mitad se topa
uno con la pequeña placita, con su fuente y su taberna. Los dos caños
pasan casi desapercibidos ante el trasiego de fieles a la taberna.
Por Millán
de Priego hacia el sur, en dirección al centro histórico, llegué
al Paseo de la Estación, arteria clave entre la ciudad nueva y la antigua.
Allí hoy está el novedoso tranvía, que une el centro
con la estación de tren, y allí también pueden encontrarse
el Museo de Jaén y el hotel Condestable Iranzo, un clásico de
la ciudad que mantiene el aire de distinción que alcanzó en
tiempos mejores.
Puede
decirse que Jaén tiene tesoros apreciables, pero se necesita un poco
de buen espíritu por parte del visitante y valorar el esfuerzo que
han hecho sus gentes para hacerlos visibles y atractivos. Esperemos que la
situación económica de estos tiempos no malogre la tarea.
Para saber más:
A los
piés del castillo de Santa Catalina
http://es.paperblog.com/descubriendo-nuevos-lugares-jaen-y-su-castillo-1362395/
La judería
de Jaén
http://www.redjuderias.org/rasgo/es/destinos/jaen/778-jaen.html

texto
y fotos:
Jesús Sánchez
Jaén
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