UN RELATO IRLANDÉS
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 Un monasterio varado en la llanura esmeralda

Habíamos dejado atrás el castillo de Dunghuaire para dirigirnos al sur, adentrándonos en las llanuras verdes que limitan con el desolado Burren. En Gort, un pequeño y adormecido pueblo, penetramos por un dédalo de carreteritas estrechas y sinuosas, rodeadas de árboles y setos que no permitían ver más allá, salvo la cinta grisácea del asfalto. Escrutábamos en los claros, atentos a cualquier edificación elevada que pudiese aparecer en el horizonte, pero solo se divisaban algunas granjas. En estas tierras de prados y lluvia hay infinidad de callejuelas, cruces con dudosa señalización y millares de casitas diseminadas como al azar, por lo que la búsqueda de un lugar poco frecuentado puede convertirse en un laberíntico recorrido a través de la Irlanda más profunda. El sol bajaba hacia el oeste incansable, al tiempo que nuestro afán de exploración iba dando paso al desánimo por no hallar rastro del objetivo.Monasterio de Killmacduagh

De repente, a la salida de una suave curva apareció la abadía, varada en mitad de la planicie esmeralda, con una esbelta torre circular erguida como un faro en la soledad de la campiña. Apuntando a las nubes cual gigante índice lítico, su flanco, dorado por el sol del atardecer, se recortaba contra el intenso azul del cielo, mientras a su alrededor unos cuantos edificios silenciosos mostraban las entrañas de lo que un día debió ser un concurrido y próspero monasterio. Sus paredes oscuras se elevaban desnudas entre el omnipresente verde, ofreciendo al visitante un escueto y sobrio retazo del paso del tiempo.

Killmacduagh, asentamiento religioso fundado a principios del siglo VII, es un monasterio compuesto por varios elementos de épocas diferentes: la iglesia abacial de Teampall, gótica de época normanda, es el edificio principal y aun permite apreciar la sobriedad decorativa que diferencia al gótico irlandés del continental. A su lado un edificio residencial,Foto 2 del monasterio también gótico, debió albergar a los monjes. Varias iglesias más de pequeño tamaño se distribuyen por las proximidades, algunas dentro de un recinto tapiado, otras extramuros, pero todas formaron parte del monasterio de San Colman MacDuagh, su fundador y en honor del cual se conserva el nombre del conjunto, iglesia (Kill en gaélico) de MacDuagh. Mas por encima de cualquiera de ellas destacaba la torre cilíndrica, con el cementerio a sus pies plagado de cruces con relieves, las cuales miran a la torre como buscando el camino que facilite el tránsito de las almas. ¿Será ése el motivo que llevó a los irlandeses de tiempos antiguos a situar las tumbas bajo la sombra de las torres, costumbre repetida en casi toda la isla?. Altísimas torres con proyección hacia el cielo, como medio de paso hacia la divinidad; quizá, ¿quién sabe?, tuvieran una función espiritual a añadir a las de índole práctica. Construcciones puntiagudas que señalaban a los fieles el camino correcto y les recordaban a diario su dependencia del cielo. Sea como fuere la de Killmacduagh, con sus 34 m., es la más elevada de las que aún quedan en pie en Irlanda. Su forma cilíndrica está horadada por pequeñas ventanitas a distintas alturas y cincoLa torre vanos más proporcionan luz a la planta superior, rematada por un excelente tejado cónico sobre una pequeña cúpula de piedra. Muros macizos de buenos sillares le dan un aspecto inexpugnable y su angosta e inaccesible puerta, situada a 9 m. del suelo, no parece invitar a una visita de su interior. Contemplada desde la base su acceso cotidiano no se imagina ni fácil ni cómodo, bien fuese por medio de una escala de cuerda, harto insegura por inestable, bien a través de una escalera de madera, pesada de mover en caso de que fuese necesario retirarla. De cualquier modo el aspecto defensivo destaca como una de sus características más llamativas.

Estas torres, construidas en Irlanda desde el siglo X al XIII, han dado lugar a variopintas teorías que intentaban explicar su función. En el siglo XIX algunos vieron en ellas templos de culto solar, en cuyo piso superior arderían fuegos permanentes. Otros, fijándose en su altura, supusieron que podían haber sido observatorios astronómicos donde los druidas estudiarían la bóveda celeste. Hubo quien interpretó que su forma revelaba una indudable simbología fálica y por tanto serían construcciones precristianas dedicadas a Príapo; o quizá habrían formado parte de ritos de fertilidad budistas de gentes emigradas desde la India en tiempos muy antiguos.

Las primeras hipótesis que las vinculaban con la religión cristiana tomaron en consideración que la mayoría no están anexas a las iglesias, sino separadas, como aisladas, y las relacionaron con la vida eremítica, en concreto con San Simeón el Estilita, el santo sirio que hizo de lo alto de una columna su lugar de vida y penitencia en el siglo V. Como alojamiento de ermitaños parecen demasiado elaboradas y su construcción y mantenimiento debió ser cosa de una comunidad; por eso se aventuró que podían haber servido como retiro de penitentes dentro de un monasterio, un espacio de aislamiento donde purgar los pecados en soledad. La silueta de Killmacduagh puede reforzar esa idea pues la torre destaca, además de por su altura, por quedar exenta, al margen de los otros edificios, y arropada solo por el cementerio; un rasgo que, por otra parte, remite a tiempos muy primitivos del cristianismo, cuando las torres de las basílicas se construían separadas del edificio eclesial.

El monasterio

Frente a estas teorías más o menos aventuradas, la explicación de su uso parece estar, sencillamente, en su nombre en gaélico, “cloigteach” o casa de la campana. Siguiendo modelos bizantinos y romanos los primeros monasterios irlandeses contarían con un campanario para marcar, con el tañido del bronce, la pauta de la vida monástica. Sin embargo esta explicación, la más plausible sin duda, no da respuesta a todos los interrogantes que las torres plantean. No se conocen mas que pequeñas campanas de mano; nunca se han encontrado restos de campanas dignas de ser colgadas en lo alto de las torres. Además su carácter defensivo está explícito en la robustez constructiva y la elevación de la puerta.

Ante el “cloigteach” de Killmacduagh, mientras el sol se vence sobre el horizonte y las sombras se alargan, la puerta parece inaccesible e incómoda para cualquiera que quiera entrar, y la imaginación juega a ver en las ventanas superiores a un joven monje oteando las cercanías, mientras sus hermanos de congregación oran y laboran, dispuestos a correr hacia su refugio de piedra ante cualquier señal de peligro.

Foto cementerio

Para saber más sobre las torres irlandesas:

- STALLEY, ROGER, Irish Round Towers, The Irish Treasures Series, Country House, Dublin, 2000.

Datos prácticos:

Desde Galway dirigirse al sur por la N18 hacia Gort y allí al suroeste por la carretera de Corrofin, la R460. Si se llega desde el sur de Irlanda, en Ennis coger la R476 hasta Corrofin y en este pueblo girar hacia el noreste por la R460 en dirección a Gort. Está a unos 5 km. de este pueblo (ver mapa).
Abierto todos los días. La entrada es libre, pues está en mitad de unos prados. Hay un amplio aparcamiento junto al muro de cierre del monasterio. Alojamientos en Gort y preferiblemente en Galway.

En las proximidades es posible visitar un par de lugares curiosos y habitualmente fuera de los circuitos más usuales: el centro arqueológico de Dysert O’Dea, entre Corrofin y Ennis, junto a la R476; y Kilfenora, siguiendo también la R476 pero hacia el noroeste, encantador pueblecito junto al Burren, famoso por las cruces de piedra con relieves de su catedral, sede de la diócesis de la región. Excelente la música de su banda local, Kilfenora Ceili Band.


Jesús Sánchez Jaén
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