Por
tierras occitanas
Toulouse,
la capital del exilio español
Siguiendo el gran canal del Midi, que une el Atlántico
con el Mediterráneo, nos encontramos con Toulouse, ciudad
universitaria, de muchos recuerdos en memoria de los cientos de
miles de republicanos que pasaron por la ciudad (tal como recuerda
la escritora Almudena Grandes en varias de sus obras). Para quien
le interese, en la oficina de turismo se puede obtener un folleto,
con un recorrido por los barrios y lugares emblemáticos
del exilio republicano. Especial mención merece la gran
explanada, a orillas del río Garona, bajo el nombre de
Quai del exil republicain espagnol, con una placa conmemorativa.
La plaza del ayuntamiento es el centro de la villa rosa (por el
color del ladrillo que cubre sus fachadas, a falta de canteras
en la zona) y cruce de caminos en plena zona peatonal y comercial.
Pero, sin duda, la gran joya arquitectónica de la ciudad
es Saint Sernin, excepcional iglesia románica y parada
obligatoria en el camino de Santiago. Su campanario es una de
las siluetas más características de la ciudad.
La otra visita inexcusable es el antiguo convento de los jacobinos,
imponente interior, todo ello construido con ladrillo rojo. Cuenta
con una sola nave, sustentada por columnas igualmente de cerámica,
entre ellas la llamada “palmera”, llamativa por sus
múltiples nervaturas reflejadas en un espejo situado en
la base.
A
poca distancia, se puede pasear por el parque de la Praire des
filtres (pradera de los filtros) y disfrutar de la vista sobre
la ciudad. O bien acercarse a Les Abattoirs, antiguo matadero
hoy reconvertido en centro de arte moderno, con café-terraza,
y rodeado de unos agradables jardines, que sirven de acceso a
la pasarela sobre el río, auténtico balcón
panorámico. En frente, en la otra orilla, siguiendo la
gran represa, destaca la vieja central hidroeléctrica,
hoy centro cultural EDF, con otra terraza de inigualables vistas.
Para los tolosanos es habitual disfrutar de una promenade
con picnic junto al río, sobre el césped o tomando
el sol en los muelles (desde el puente de St. Pierre hasta más
abajo del Pont neuf).
A la hora de comer priman las opciones carnívoras, en la
patria del cassoulet, típico cocido a base de
alubias, carne y alguna verdura. Callejeando por los alrededores
del mercado de Victor Hugo (abierto todas las mañanas,
excepto el lunes) se puede comer en alguna de las tabernas o restaurantes
con patio interior.
La ciudad donde nació uno de los argentinos más
universales, el cantante de tango Carlos Gardel, sirve de escenario
para la celebración del Postale, el festival internacional
de tango.
Carcasona, la colina fortificada
Declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco, el fortificado
recinto medieval, doblemente amurallado, sirvió durante
mucho tiempo de cantera para la construcción de la parte
baja de la ciudad. Entre sus reconstruidas callejuelas, abarrotadas
de turistas, destaca la basílica de S. Nazario y el exterior
del castillo condal. Para acceder a la ciudadela desde la estación
de tren, se recomienda pasear por las tranquilas calles de la
ciudad, rodeadas de palacios del XVIII, para atravesar el río
por el puente viejo, subiendo hasta la Puerta de Aude, por la
Rúe de la Barbacane.
Mucho
más recomendable es la cercana ciudad episcopal de Albi,
con su imponente mole catedralicia, más propia, por su
aspecto exterior, de una fortaleza. Fue construida a imagen del
poder de la iglesia, tras las terribles matanzas en la cruzada
contra los albigenses a principios del s. XIII y la posterior
acción de la Inquisición contra la herejía
de los cátaros.
Se trata de un impresionante conjunto construido en ladrillo,
que se abre al exterior a través de un pórtico de
piedra en forma de baldaquino, añadido un par de siglos
después. En el interior, con una única nave, rodeada
de capillas de estilo gótico, se muestra la bóveda
decorada con excepcionales frescos, nunca restaurados según
las guías y una excelente escena mural del juicio final.
Al lado de la catedral se sitúa el monumental palacio episcopal,
hoy museo de Toulouse-Lautrec, con bellas vistas sobre el río
desde el camino de ronda de sus murallas, de acceso libre.
Merece la pena perderse por las estrechas calles del “burgo
nuevo” hasta la iglesia de St. Salvi y su claustro gótico.
O incluso atravesar el río por el puente viejo, bajando
por la Rue d’Engueysse, para disfrutar de las vistas de
la ciudad desde la plaza del museo Laperouse y regresar ascendiendo
por la Rue de la Gran Gôte para terminar en alguna de las
terrazas junto al mercado municipal.
Montpellier bien merece una parada en nuestro
camino. Cuenta con un casco viejo peatonal que se extiende desde
la amplia plaza de la Comedia, con un agradable paseo hasta el
cercano museo Fabre, lujosa mansión del s. XVIII, hasta
el Peyrou. Esta es una agradable plaza construida junto al antiguo
depósito de agua y acueducto, con una vista privilegiada
sobre la llanura del Languedoc. Si se quieren evitar aglomeraciones
de turistas, se puede comer a un precio razonable en el complejo
de Antígona, neoclásico barrio construido por el
arquitecto catalán Ricardo Bofill sobre antiguos terrenos
militares. Es una zona peatonal, accesible atravesando el centro
comercial Polygone.
Cercana
se encuentra la ciudad de Nimes, famosa por su
anfiteatro romano, antaño escenario de sangrientas luchas
de gladiadores, hoy plaza para acribillar toros. Inexcusable la
visita al extraordinariamente bien conservado templo romano, del
s. I AC, de la Maison Carrée (casa cuadrada). Conviene
rodear el circundante
espacio del antiguo foro para apreciar su belleza y la meticulosa
labor de restauración llevada a cabo durante cuatro años.
A escasos metros se encuentran los jardines de La Fontaine, construidos
en el s. XVIII sobre los ruinas de un santuario imperial, con
fuentes, canales y estatuas de mármol, que albergan los
restos de un templo de Diana. Zigzagueando por agradables arboledas,
se puede llegar a lo alto de la colina, donde se sitúa
la Torre Magna, atalaya romana de vigilancia de 32 m. de altura.
A pocos kilómetros se encontrará el Pont du Gard,
un ejemplo espléndido de acueducto construido en el s.
I de nuestra era, de 48 m. de altura, que permitía abastecer
a Nimes de agua.
Continuando
por tierras de la Galia romana, nos topamos con Arlés,
a orillas del gran Ródano. Al igual que Nimes, cuenta con
un ejemplar anfiteatro, hoy reconvertido en (a)coso taurino, además
de las ruinas del antiguo teatro y las termas de Constantino,
junto al río (se puede pasear por la ribera, apreciando
las vistas).
Desde el centro neurálgico de la Plaza de la República,
se contempla la bella portada románica de la iglesia de
Saint Trophine, s. XII, así como su hermoso claustro de
doble galería (gótica la superior).
En frente se hayan los criptopórticos, también declarados
patrimonio de la humanidad, y cuya visita resulta muy curiosa.
Se trata de dobles galerías subterráneas, espacios
utilizados para almacenes, aljibes que son producto del continuo
crecimiento de la ciudad. Durante dos milenios fueron sepultando
lo que fueron las galerías del antiguo foro.
Para los amantes de la naturaleza, en los alrededores se sitúa
la inmensa llanura de La Camarga, resultado de la acción
del viento (el mistral), la fuerza del mar y la desembocadura
del Ródano. Un frágil ecosistema de lagunas, marismas
y albuferas que alberga una gran variedad de aves, incluidos los
coloridos flamencos, además de manadas de caballos.
En
este recorrido, Aviñon es sin duda uno de los
“platos fuertes”, conocida por su festival internacional
de teatro (de finales de julio a principio de agosto) y sobre
todo por su espectacular Palacio de los Papas, que en realidad
son varios palacios, dentro de una gran fortaleza. Por las noches
cuenta con un espectáculo “de luz y color”
en el patio de honor un tanto demodé (y caro). Se recomienda
entrar por la angosta Rue Peyrollerie para dejarse deslumbrar
por la majestuosidad del conjunto. En la misma plaza, al norte,
podemos visitar el museo del Petit Palais, situado en el antiguo
palacio arzobispal, que cuenta con una buena colección
de pintura italiana de los siglos XIII-XVI.
Para sentarse a comer es preferible alejarse de la aledaña
y muy turística Plaza de l’Horloge (del reloj) y
acercarse a la popular plaza de La Pie, junto al mercado municipal
de abastos. Decorado con un muro vegetal, este mercado está
repleto de multitud de puestos de alimentación, donde apreciar
y degustar la gran variedad de productos locales. O bien, se puede
recorrer unos metros hasta alguna de las terrazas y restaurantes
de la Place des Carmes, en pleno barrio medieval, con su estrechas
calles como Banasterie, Infirmieres o Carreterie.
Al atardecer, es recomendable ascender a la loma de Rocher des
Dames, desde donde disfrutar de una vista panorámica del
valle y del archiconocido puente demediado sobre el Ródano.
Ya en la otra orilla, se encuentra la cartuja de Villanueva de
Aviñón, enorme palacio-monasterio, con tres claustros,
iglesia y jardines (a 20 min. con el bus nº 5, que sale junto
a La Poste y que para en la puerta de L’Oille).
Al lado se encuentra el fuerte de San Andrés, que protegía
la frontera con el reino de Francia y desde el que se pueden recorrer
sus almenas y murallas, y con una espléndida panorámica
de la amurallada Aviñón. De regreso no dejéis
de visitar la cartuja de Notre-Dame y su claustro gótico.
Conviene tener en cuenta el tríptico de color rojo Aviñon
pass-ion, disponible en las taquillas de los principales monumentos,
gratis y que permite un descuento en el precio de numerosas visitas.

Aix-en-Provence es una tranquila villa provenzal
que conserva un rico patrimonio de elegantes palacetes, tranquilas
plazas y hermosas fuentes de los s. XVII y XVIII. Merece la pena
pasear por el Cours Mirabeau, la plaza d’Albertas, acercarse
a la catedral o bien a la plaza del ayuntamiento y visitar el
antiguo palacio de Malta, hoy Museo Granet.
Marsella es la gran urbe del Mediterráneo,
ciudad cosmopolita y puerta de entrada del Magreb. Es recomendable
visitar el polo cultural formado por el fuerte de St. Jean, recientemente
restaurado, de acceso libre. Alberga jardines, pasarelas y cafeterías,
junto con el museo de la Provenza, la villa Mediterranée
y sobre todo el Mucem: el ambicioso museo de la civilización
europea y mediterránea.
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Espacio
multidisciplinar, que ha sabido proyectar la grandeur,
sobre lo que antaño era una zona portuaria de carga
y descarga ferroviaria. Arte, historia, arqueología
y exposiciones temporales en un edificio de moderna arquitectura,
variopinto y laberíntico. La zona permite pasear
tranquilamente por la explanada y acercarse a la catedral
neo-románico-bizantina y relajarse con la panorámica
de la bahía o las colinas de la ciudad. Allí
mismo, siguiendo las marcas rojas sobre el asfalto, podemos
guiarnos a través del colorista barrio de Panier(Place
des moulins, ville de la Charité), bien rehabilitado
y que el director marsellés Robert Guédiguian
plasma en sus películas.
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Al otro lado del viejo puerto se haya la basílica de S.
Victor, iglesia-fortaleza gótica, que acoge la tumba del
patrono de los marineros. En su interior alberga la interesante
y laberíntica cripta, donde se superponen los restos de
sucesivas edificaciones, desde el s IV. Al lado está el
fuerte de S. Nicolás, y un poco más allá,
desde el Parque del Faro, se puede disfrutar de un bello atardecer
con vistas sobre la ciudad.
Para cenar, la pizzería junto al mar, situada en la cercana
y pequeña Cala de los Catalanes.
Justo en frente se sitúa la isla del castillo de If, famosa
por el personaje de Montecristo, de Alejandro Dumas. Los barcos
salen del fondo del puerto, junto a los puestos de venta de pescado
(de los pocos pescadores que aún quedan).
Para comer, es mejor evitar las docenas de restaurantes en los
muelles que rodean el puerto. Una opción es, por ejemplo,
la contigua plaza Thiars y sus alrededores.
Algunas
recomendaciones en la zona centro
Maison Empereur , 4 Rue des Récolettes,
enorme quincallería (la más antigua de Francia,
dicen) auténtica cueva de Ali-babá, con miles de
referencias, deliciosamente ordenadas, con todo tipo de utensilios
imaginables para la casa, exquisitamente expuestos y seleccionados.
Maison Trabuc, 31 Rue Reine Elisabeth, pequeño
establecimiento que, desde 1896, se decida a fabricar sellos,
tampones y placas grabadas.
Saladín, especias del mundo, 11ª
Rue Rouvière, con multitud de condimentos, frutos secos
y especias, en pleno zoco árabe de la ciudad.
Sortir, es la guía gratuita, disponible
en la oficina de turismo, para saber sobre exposiciones, actuaciones
musicales y demás vida cultural marsellesa.