POR LOS CAMPOS SARDOS
Artículos  Clásicos  Diseño de viajes  Documentos  Viajeros  Principal 
 En busca de la torre perdida

Confiar en el navegador con sistema de posicionamiento (GPS) para encontrar direcciones suele ser útil, a menos que estés en Cerdeña y pretendas encontrar nuraghi. Hay miles de ellos diseminados por toda la isla, en especial en la zona centro occidental, y sí, algunos están perfectamente señalizados, los menos, pero el resto... Si tienes especial interés en visitar esas torres prehistóricas, muestra de una extraña civilización del Mediterráneo, olvida instrumentos diabólicos y lleva un buen mapa. En caso contrario pasarás gran parte del tiempo dando vueltas por carreteras comarcales, diciéndole al confiado conductor local que a tí te parece que vais en dirección opuesta, aborreciendo la tecnología y atisbando el horizonte por si asoma algún lugareño al que recurrir.

Ya nos pasó algo parecido el primer día de nuestro viaje, Sa Domu'e S'Orku, Sidien la pequeña meseta de Sidi. Buscábamos lo que los lugareños conocen como “tumba de gigante”. Localizamos un par de indicaciones en la carretera, pero según el asfalto iba estrechándose las señalizaciones iban desapareciendo. El ingenio electrónico ni contestaba ni sabía, el paisaje se repetía en cada curva con obsesión fotográfica y la carretera encogía y daba vueltas sobre sí misma, hasta el cruce de las cuatro callejas. Cada par de ojos del grupo oteaba desde su cristal, buscando una elevación, un cúmulo de piedras más grande que el resto o al menos un signo de civilización, aunque fuese arcaica. Así una y otra vez hasta que por fin alguien vio algo parecido a un cartel que señalaba un postigo, y tras él un senderito entre la hierba húmeda. La tal tumba, Sa Domu’e S’Orku, estaba allí plantada entre la llovizna, como los hinojos florecidos y los brotes de hierba recientes. Solo unos bloques bien dispuestos en los laterales rompían el mimetismo y alertaban de la intervención humana.

Una “tumba de gigantes” sarda es un tipo de construcción funeraria megalítica con cámara alargada y un espacio delimitado por muretes ante la puerta. Tales muretes, en este caso, dibujan el perfil de una testuz de bóvido con los cuernos y todo, o una media luna, según se mire. El centro de la frente estaría en la puerta misma, y los cuernos abrazan el terreno formando una plazuela a modo de antepatio. Los expertos le calculan al menos 3.500 años de antigüedad. Desde luego el tiempo ha hecho su trabajo, y parte de los muros están dispersos por tierra como ovejas fuera del rebaño, pero la obra fue concienzuda y ha resistido para que el visitante arqueoturístico la entienda sin dificultad y elucubre sobre su significado y funcionamiento.

Fue el primer intento, y no resultó difícil. El segundo sería a la mañana siguiente.

Nuraghe Santa Bárbara, torre exterior

Andrea, nuestro autista nativo (chofer), introdujo en el navegador la dirección supuesta de un poblado prehistórico, el nuraghe Santa Bárbara, y llegamos al encantador pueblín de Villanova Truschedu. Allí un ensanche de calles se convirtió en un punto sin salida para nuestro pequeño autocar; y no por dimensiones ni obstáculos, sino por el empecinamiento del aparato de GPS. Los satélites no estaban de nuestra parte, o les faltaban datos, que es lo más habitual en estos casos; creen saberlo todo, pero “todo” nunca es una certeza. Ese día los buenos oficios de Andrea salvaron la situación: una charla en lengua sarda con unos paisanos en traje de faena nos pusieron tras la pista de un todo terreno. Y así, entre olivares y prados arribamos a un sendero, y por éste a una cerca semi derruida, y después de ella a un cerrillo. El nuraghe asomaba en su cima, disimulado entre fresnos y encinas.

Nuraghe Santa Bárbara, entrada principal al recinto
Nuraghe Santa Bárbara, torre principal

Si bien hay hermosos nuragues habilitados para la visita, restaurados con esmero, y hasta con su taquilla, museo y tienda de recuerdos, ninguno de la quincena aproximada que visitamos tenía un emplazamiento tan atractivo. Quizá su abandono aparente nos inclinaba a disfrutarlo más, pero no hay duda de que el paisaje de la campiña sarda que se observaba desde la cima de la torre era magnífico. Las faldas del cerro descendían hasta una hermosa llanura bordeada de lomas, toda verde en aquella primavera fresca y recién llovida. Los árboles, primero apretados, luego más dispersos, daban paso a praderas poco visitadas. Al sur un par de rebaños de ovejas disfrutaban la hierba con parsimonia, como aturdidas por tanto manjar a su disposición. La atalaya, aunque deteriorada, invitaba a la contemplación.

Los nuraghi o nuragues son asentamientos prehistóricos fortificados en torno a una torre, generalmente con una muralla a su alrededor en la que se colocan pequeños torreones. La torre principal suele tener una cámara cubierta por falsa cúpula sobre Vista del valle desde la parte superior del nuraghe Santa Bárbara, Villanova Truschedula que se apoyan una o dos plantas rematadas de manera semejante. En la cima una plataforma almenada culmina la construcción. Una escalera en espiral, contenida entre los muros exterior e interior, daba acceso a las salas superiores y a la terraza de las almenas. En Santa Bárbara la escalera parte a la izquierda de la entrada a la torre y se conserva en buen estado hasta lo que debió ser la primera planta. Allí ahora solo queda el hueco de la escalera y la base de la sala. Sentados en lo alto, al sol de la mañana isleña, asombraba aún más la complejidad técnica de estos edificios que combinan salas abovedadas concéntricas, estructuras en espiral, muros ciclópeos y vanos hasta una altura a veces cercana a los 10 metros; sobre todo si recordamos que fueron construidos entre los siglos XVI y VI a.C.

El nuraghe Santa Bárbara tiene un patio ante la puerta de la torre principal, y en él se abre la entrada a una torre secundaria, con sus propias estancias. Todas las puertas, la de entrada por la muralla y las de las torres, están adinteladas con grandes bloques monolíticos, y sobre las de las torres se abren ventanucos que iluminan el interior al tiempo que liberan de presión al dintel. La cubierta de la cámara principal asombra por el cuidado alineamiento de los bloques que van estrechando el círculo hasta cerrarlo. No eran malos constructores los sardos antiguos, a quienes algunos relacionan con los guerreros “sardanas” que mencionan las crónicas del Egipto antiguo.

El tercer renuncio significativo del navegador sucedió en tierras de Logudoro, uno de los giudicati medievales en que se dividió Cerdeña.

Buscábamos una torre nuraghica, la de Nieddu, cercana a la carretera principal según las guías. Por supuesto el topónimo existía en varias localizaciones distintas de Cerdeña según el navegador, pero ninguna en las inmediaciones de donde decía el mapa. Dimos varias vueltas por la carretera frente a la hermosa iglesia de la Santísima Trinidad de Saccargia. Luego tomamos una pista paralela a ella, con nuestro autista convencido de que sin ayuda del navegador no lo lograríamos. La pista nos llevó a una escuela de equitación. Los empleados señalaron un camino por el que ellos sabían llegar a Nieddu a caballo, pero nuestro pullmino no cabía. Nuraghe Nieddu

Finalmente confiamos en el método antiguo, el mapa de toda la vida. Pero hete aquí que cuando teníamos localizada la pista correcta una excavadora y sus operarios nos cortaban el paso. Tras una pequeña negociación desembocamos en otro obstáculo, esta vez infranqueable: la pista se estrechaba de tal manera que el pequeño autobús no pasaba. Armados de paciencia, y con el ánimo elevado echamos pie a tierra y en poco más de quince minutos teníamos a la vista la torre del poblado de Nieddu. Esta torre, todo hay que decirlo, no tenía ninguna originalidad, era, como la mayoría de los nuraghi, un tronco de cono con una cámara en el interior y restos de una muralla en sus alrededores. Lo más destacable era la buena factura de su sillería y su localización, en un altozano resguardado por colinas, como si sus constructores quisieran hurtarla de la vista del valle principal. Muy diferente de aquellos nuraghi que dominaban un extenso territorio, éste parecía pensado para ofrecer refugio a una pequeña población a resguardo de miradas forasteras.

Hubo algún encontronazo más con la tecnología de GPS durante el viaje, pero todos se solventaron con la buena voluntad de pasajeros y conductor.

Cerdeña ofrece rutas y hallazgos inacabables a los apasionados de la arqueología, y varias de sus ciudades conservan un encantador ambiente de tiempos mejores. Cabe destacar Alghero, Bosa y Cagliari como las que mantienen mejor su conjunto histórico.

Alzado del nuraghe Santa Bárbara

Pulsar en la imagen para verla en grande

Jesús Sánchez Jaén


Para saber más sobre la arqueología nuragica:

- NEROARGENTO, http://www.neroargento.com/page_main/nuraghi.htm

Datos prácticos:

Fara Viaggi es la empresa de autocares que nos transportó por toda la isla. Sus pequeños autocares, pullminos en italiano, son una herramienta perfecta para recorrer las estrechas carreteras locales en busca de parajes curiosos, como la giara de Gesturi, o para encontrar nuraghi y yacimientos arqueológicos poco accesibles. Su conductor Andrea nos prestó un servicio umprescindible en nuestro viaje.

Un libro muy útil, la guía "Cerdeña" de Editorial Laertes, bien contada y estructurada por su autor, Toni Vives.
Vives,Toni, Cerdeña, Ed. Laertes, Rumbo A, nº 73, Barcelona 2009


Jesús Sánchez Jaén
Permitido copiar o difundir siempre que sea sin fín comercial, sin modificar y citando el autor y la web donde se ha obtenido

Creative Commons License

 

Campaña comercio justo

 

Volver a Relatos