TERUEL
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Torres de rojo y verde

Torre de San MartínTeruel ya no es esa capital de provincia remota, difícil de alcanzar y casi desconocida que se vio en la necesidad de gritar al resto de España que también existía. Tiene autovías, Parador (muy agradable por cierto), tren y campañas de promoción acertadas que resaltan sus valores. Con el paso de los años la ciudad ha ido añadiendo recursos turísticos a sumar a los de toda la provincia, y ha alzado un poco la cabeza entre los destinos de interior más frecuentados.

Cuando el frío arrecia, y en Teruel eso es más que una simple frase, las hermosas torres mudéjares asoman sobre los tejados reflejando el sol como si quisiesen captar toda la luz posible. Y se muestran al visitante con una tonalidad ideal para ser fotografiadas. Podría pensarse que se ofrecen a la cámara como modelos esbeltas y algo arrogantes. Las torres son el alma de Teruel, que duda cabe, y constituyen un conjunto mudéjar único en España. San Salvador, San Martín, Santa María y San Pedro modelan el paisaje de la pequeña ciudad dándole verticalidad y a la vez color, mostrando alarde arquitectónico y conexiones islámicas.

casa modernista en TeruelTodas ellas fueron construidas por arquitectos y ceramistas musulmanes entre los siglos XIII y XIV, al servicio de los reyes de Aragón que les ofrecieron condiciones ventajosas para asentarse en la ciudad. Durante siglos sirvieron para llamar a la oración y marcar las horas, pero en la actualidad además sirven como reclamo para atraer viajeros. Por ello no debe desatenderse su cuidado, y sería bueno organizar con frecuencia actividades en torno a su figura.

El decaimiento de la economía que nos atenaza a todos se hace muy visible en las pequeñas capitales de provincia, y paseantes, turistas o viajeros de toda índole han disminuido mucho, pero no debe justificar eso el abandono de su promoción. De igual manera que se publicita la Fiesta de los Amantes, celebrada todos los años a mitad de febrero, el mudéjar y sus torres merecen difusión.

Junto a las torres, o más bien a su sombra, se abren pequeñas placitas entre las calles estrechas. La más conocida es la del Torico, donde se asoman los balcones de forja de la casa azul, un bello edificio modernista de 1912. Pocos pasos separan ésta de la iglesia de San Pedro, en una plaza vecina. Allí el mausoleo de los Amantes ensombrece con su fama a la propia iglesia, pero su mérito artístico es indudable. Hay una visita conjunta, al mausoleo y a San Pedro, y aparte de la tragedia de los Amantes, la mayor impresión se recibe en la nave de la iglesia sobre todo por la rica decoración mural.

iglesia de San Pedro-Teruel

En Teruel todo está cerca, y llegar hasta la Catedral no son más de cinco minutos a pie. La primitiva iglesia de Santa María de Mediavilla, convertida en catedral en 1587, puede presumir de tener la torre más antigua de la ciudad. Bajo ella pasa una calle, o puede decirse que la torre forma una puerta sobre la calle, solución urbanística que siguieron en San Martín y San Salvador. El verde de sus cerámicas vidriadas atrae las miradas con pequeños destellos, y la filigrana de los ladrillos junto con los arcos entrelazados es probablemente la mejor decoración de todas las torres.

En otra plazuela cercana, la de Fray Anselmo Polanco, lo que llama la atención no es una torre, sino un palacio renacentista. Este edifico, que fue históricamente la Casa de la Comunidad de Teruel, es un ejemplo magnífico de los palacios y casonas aragonesas. Suelen tener dos plantas de amplios ventanales y como remate una galería. Aquí sin embargo hicieron dos galerías, la superior toda una logia renacentista en realidad. El palacio alberga el Museo Provincial, que exhibe, entre otras cosas, buenas piezas de cerámica ibérica y un mosaico de gran valor de una villa romana de Urrea de Gaén.

La iglesia de San Martín está en otra plaza, ésta muy amplia, y la de San Salvador, sin plaza, se abre camino entre las casas. Ambas dan al exterior del barrio antiguo, extramuros, gracias al arco que hay bajo sus torres. Las moles de ladrillo se yerguen sobre los tejados como atalayas desde las que se divisa la campiña y los arrabales. Contemplándolas es fácil imaginar que su altura y alarde decorativo tuviesen que ver con la vanidad y el prestigio de quienes costeaban las obras.

Saliendo por el arco de la torre de San Salvador una calle en codo a la izquierda lleva al Paseo del Ovalo, ancho balcón sobre la campiña del Turia. En las tardes soleadas los turolenses toman café, pasean o disfrutan de las vistas apoyados en las barandillas de la Escalinata, una joya neomudejar que facilita el acceso al barrio de la Estación. Construida en 1921 por el arquitecto José Torán, sigue las líneas decorativas de las famosas torres con maestría, y las acompaña con forjas modernistas. Un lujo arquitectónico más para esta pequeña ciudad.

Dos grandes construcciones más completan el recorrido por Teruel, el acueducto renacentista al norte y el viaducto peatonal al sur. Este último se construyó a principios del siglo XX para conectar la ciudad con el barrio del Ensanche.

acueducto renacentista-Teruel

El remate de una buena visita a Teruel no está solo en disfrutar de sus restaurantes acogedores, sino en llegarse hasta el dominio de los dinosaurios. El parque temático de Dinópolis, a las afueras de la ciudad, ha conseguido combinar una buena dosis de ocio para niños con la difusión cultural de la riqueza en fósiles de las tierras aragonesas. Su museo es fascinante, las actividades temáticas del parque son didácticas y entretenidas, y la actuación del Tiranosaurus es espectacular. Dinópolis parece muy lejos de otros parques temáticos dedicados solo a las atracciones y la mercadotecnia. Parecen haber demostrado que es posible unir diversión y divulgación científica sin grandes desmanes.

La ciudad de Teruel es sin duda un excelente punto de partida desde el que acercarse a otros lugares de la provincia muy atractivos, como el celebérrimo Albarracín, o Rubielos de Mora y su vecino Mora de Rubielos, o Alcañiz.

Además los amantes de los deportes tienen una opción muy interesante en la vía verde de los Ojos Negros, una de las más grandes de España, que se adentra en Castellón para desembocar en Sagunto. Y a pocos kilómetros de la capital dos pequeñas estaciones de esquí, Valdelinares y Javalambre, aportan la opción invernal.



 


Jesús Sánchez Jaén
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