11 de agosto
de 2010. Tashkent
Son las ocho de
la mañana en Tashkent, las cinco de la mañana
hora española, acabo de desayunar unos pedazos
de fruta y un té después de haber dormido
apenas un par de horas en el avión. Debía
estar más dormido que despierto, pero la luz
de la mañana me ha despejado.
En Barajas, durante el embarque, me ha sorprendido lo
morenos que eran los viajeros, creía que iban
a ser muy blancos, por lo que he pensado que apenas
destacaría allí con mi piel renegrida
después de una semana de navegación por
la costa norte de Cerdeña. Ya en el avión,
he coincidido en el asiento con un uzbeco que trabaja
en Barcelona y me ha sacado de mi error inicial, casi
todos los viajeros del vuelo van de tránsito
hacia la India y Paquistán, y son contados los
uzbecos que van en el avión.
Durante la espera en los aeropuertos, he tratado de
identificar a mis compañeros de viaje y al final
he acertado con varios. Había localizado unos
catorce posibles de los ocho que me van a acompañar.
Son dos parejas y un grupo de cuatro, a primera vista
una pareja y dos amigos, aunque estas primeras impresiones
tendrán que confirmarse. En general, parecen
gente muy tratable, algo muy importante en un viaje
como este.
La primera impresión de los uzbekos en el aeropuerto
y el hotel es que no tienen rasgos mongoles, tan típicos
en Rusia, la piel es clara parecida a la de los españoles,
los rasgos recuerdan a los turcos, no en vano esta zona
perteneció al Imperio Otomano. La impronta de
la URSS parece fuerte, son bastante organizados y muy
lentos en las tareas administrativas; hemos tardado
más de hora y media en recoger los equipajes
y cumplir los trámites aduaneros.
Ahora me voy a tumbar un rato hasta las nueve que empieza
el tour por la ciudad.
Termina el primer día que ha resultado agotador.
Me han sostenido las cocacolas y las cervezas. Hoy he
tenido el primer contacto directo con el azul turquesa
y el verde del Asia Central. Es curioso que sean unos
colores tan próximos y es que son los colores
del Mediterráneo. Resulta al menos curioso que
estos tonos se hayan desarrollado en el Asia Central
y que hayan permanecido ajenos a nosotros cuando reflejan
una luz tan nuestra.
Me ha llamado la atención la grandiosidad de
las plazas, tanto las recientes diseñadas por
los soviéticos, como las antiguas edificadas
por Timur (conocido por nosotros como Gran Tamerlán)
y sus descendientes en la Edad Media.
La comida es muy similar a la turca y está bien
condimentada, acompañada siempre con ensaladas
vegetales de gran calidad. He acompañado la comida
y la cena con sendas jarras de medio litro de cerveza
que me han sentado genial.
Mañana en pie a las cuatro, por lo que dejo otros
comentarios para más adelante.
12 de agosto
de 2010. Khiva.
Madrugón
excesivo para coger el avión a Khiva a la que
llegamos a las 10.00 h. El guía nos sugiere dejarnos
en el hotel hasta las 15.00 h., para que descansemos.
Uno del grupo atacado por “la venganza de Timur”
se queda descansando, el resto nos lanzamos a descubrir
la ciudad, ya que el hotel está junto a la Puerta
del Oeste del recinto amurallado. Khiva construida sobre
un oasis es una ciudad encantadora. Tiene a medio construir
un minarete que iba a ser el más alto y ancho
de su tiempo, pero el emir de Bukhara, ciudad vecina
y rival negoció contratar a los mismos ingenieros
que el kahn de Khiva para que edificaran un minarete
más alto que el de Khiva en Bukhara. El kahn
se enteró y decidió matar a los ingenieros
una vez terminaran el minarete y evitar ser humillado
por Bukhara. Como al final todo llega a saberse, los
ingenieros, al enterarse de los planes del kahn, abandonaron
Khiva sin terminar el minarete que ha quedado inconcluso.
Es curioso como también hoy los pueblos siguen
compitiendo en elevar símbolos fálicos
en sus ciudades, cada vez más altos, para conseguir
prestigio y presumir de poderío económico.
Acabo de volver, pasadas las doce de la noche, de disfrutar
de un ambiente de las mil y una noches en una ciudad
donde el cielo siempre es azul; en verano la temperatura
alcanza los 40ºC y en inverno baja de los -20ºC,
pero ahora es verano, las gentes son alegres y disfrutan
haciéndose fotos con los guiris, sorprendidas
de ser visitadas desde países tan lejanos. Las
calles, los mercados, las madrazas, la muralla. Recorrer
los rincones es un placer que al atardecer llega al
éxtasis y de noche alcanza la irrealidad de un
oasis acogedor y tranquilo en el Asia Central, donde
países al norte y al sur viven convulsionados
por conflictos largos y difícilmente resolubles.
Khiva en el centro de la Ruta de la Seda es un oasis
donde durante más de dos milenios (la ciudad
cumplió hace cuatro años 2.500 años)
los comerciantes han intercambiado productos bajo el
dominio de muy diversos amos, que parecen no haber alterado
su naturaleza práctica y apacible y su mirada
sabia de confianza en el futuro.
13 de agosto
de 2010. Khiva.
Podría definir Khiva como un oasis de paz en
Asia Central o en el mundo. Habitada por artesanos y
comerciantes alegres y despreocupados. Los niños
juegan por las calles y te saludan o te piden que les
hagas una foto. No hay prisas en Khiva, ciudad medieval
casi toda ella reservada a los peatones y rodeada de
una muralla de más de diez metros construida
con barro y paja, franqueada por cuatro puertas cada
una abriéndose a un punto cardinal.
Visita al Mausoleo de Sayid Alauddin, valiente guerrero
y campeón que usando la misma treta que Dido
consiguió la libertad de muchos esclavos y mantuvo
la buena disposición con el Khan, debido a su
honestidad y valor. Los fieles lo consideran un santo
al que piden fuerza, valor e inteligencia rezando en
su mausoleo. A la salida hay un pozo de agua sagrada
que los fieles beben después de haber hecho sus
plegarias.
La mezquita, originaria del siglo X, contiene una sala
hipóstila con 212 columnas de madera tallada,
aunque fue reconstruida casi totalmente en el siglo
XVIII, el guía la comparaba en su estructura
a la Mezquita de Córdoba.
El cielo siempre es azul en Khiva y las noches, por
tanto, estrelladas.
14 de agosto
de 2010. Turkmenistán. Urgench, Ashgabat.
El primer día en Turkmenistán ha resultado
de enormes contrastes. Trámites aduaneros interminables
y la imposibilidad de pagar el visado en euros. Un compañero
me ha dejado 100 dólares que luego se los he
pagado con 80 euros y gracias a eso he podido pasar
la frontera.
Llegada a la antigua Urgench, que dista de la nueva
ciudad del mismo nombre unos doscientos kilómetros.
Quedan muy pocos edificios en pie. Fue una ciudad que
a lo largo de la historia fue destruida siete veces,
por lo que finalmente sus habitantes optaron por abandonarla
e instalarse en otro lugar bastante lejano, la moderna
Urgench. Lo más destacable de la vieja metrópoli
es el minarete de Tinar, que con sus 65 metros es el
más alto de Asia Central, aunque se encuentra
bastante deteriorado. La mayor parte de los edificios
se están restaurando con patrocinio de la UNESCO,
quizás en diez años hayan reconstruido
lo suficiente para justificar la visita, hoy después
de pasar por Khiva te da la sensación de visitar
una serie de pobres edificios en ruinas dispersos dentro
de un inmenso cementerio.

Urgench
Las carreteras
de la zona están en un estado lamentable de abandono
y daba miedo pensar en el avión que nos esperaba,
viendo los autocares y la mayoría de los coches
que las circulaban. Al llegar al aeropuerto todo cambió,
la carretera de acceso y la terminal eran nuevas y el
avión, un B-747 impecable, que en cincuenta minutos
nos llevó al aeropuerto de Ashgabat, también
de moderna factura.
Durante el traslado a la capital, la guía nos
informó que desde la independencia (1991) la
ciudad se había reedificado por completo. En
un mini tour nocturno, después de cenar, nos
mostró los nuevos centros gubernamentales, ministerios,
teatros, etc., todos construidos en mármol blanco
importado de Irán y Afganistán. Me llamó
especialmente la atención la existencia de un
Ministerio para Asuntos Extraordinarios, cuando muchos
asuntos ordinarios, como el asfaltado de las carreteras,
más allá del centro de la ciudad se encontraban
en un estado lamentable. Los edificios oficiales estaban
presididos en su entrada principal por estatuas recubiertas
de oro del anterior Presidente de la República
(Primer Presidente) y del actual (su hijo). Frente al
Ministerio de Justicia se erguía la estatua de
la madre del Primer Presidente (y abuela del actual)
portando una balanza, pero en vez de llevar los ojos
tapados, vestía una túnica tradicional
y un velo que cubría el pelo y el rostro, dejando
únicamente los ojos al descubierto. El hotel
es de cuatro estrellas, en muy buen estado y en el hall
he encontrado una oficina de cambio donde he podido
cambiar los euros.
15 de
agosto de 2010. Ashgabat.
Si ayer fue el día de los contrastes, hoy ha
sido ir sorpresa tras sorpresa al comprobar la grandiosidad
de lo que se está construyendo en Ashgabat. La
idea parece ser crear un Dubai en Asia Central, todo
supermoderno pagado con el petróleo y el gas.
Es cuanto menos aleccionador ver lo que un sátrapa
puede hacer con fondos casi ilimitados y como los países
desarrollados colaboran intentando obtener parte del
pastel que se reparte y que hasta ahora la parte del
león se la han llevado franceses y turcos. Al
parecer las empresas españolas aún no
se han enterado de que este país existe y las
posibilidades de negocio.
Visita a Nisa, ciudad amurallada de los partos, posteriormente
conquistada por Alejandro Magno. No quedan apenas restos,
se podría describir como un gran círculo
de barro con enormes pellas o pegotes en el centro del
recinto que ocupa unas diez hectáreas, grande
pero casi irreconocible como ciudad. Los arqueólogos
trabajan para encontrar las tumbas de los reyes partos,
hasta ahora sin éxito. El recinto está
a los pies de las montañas Koper, frontera con
Irán, que alcanzan alturas ligeramente superiores
a los tres mil metros. Nisa de espaldas a las montañas
dominaba una amplia llanura fértil donde hoy
se alza Ashgabat.
Cena en una torre con vistas nocturnas a los edificios
de mármol que nos han dejado a todos con un sabor
donde se mezclan la incredulidad y el asombro.
16 de agosto
de 2010. Mary.
Viajamos en avión a Mary y desde el aeropuerto
fuimos a las ruinas de Merv. Ciudad rebautizada por
Alejandro Magno y centro del imperio seljúcida
durante el siglo XII, del cual queda el Mausoleo de
Talkhatan Baba, considerado el edificio más alto
de su época, cuya cúpula podía
verse a una jornada de distancia. El barro del tiempo
ha cubierto las murallas de tres ciudades muy próximas
que se edificaron en Merv. Los últimos vestigios
muestran los estragos de las catapultas utilizadas por
los mongoles para conquistar la ciudad y que destruyeron
completamente. Todo el complejo presenta partes restauradas
junto a otras originales, pero el resumen es un conjunto
de ruinas dispersas en medio del desierto.
La ciudad de Mary, que apenas ha habido tiempo para
visitar, produce una primera impresión de ciudad
cartón-mármol con espectaculares edificios
públicos en sintonía con los vistos en
Ashgabat. Hay una hermosa mezquita nueva, pero al parecer
siempre está cerrada.
Mi estómago ha caído y he pasado el día
en ayunas pero sin molestias. He cenado medio flan de
arroz, media manzana cortada por mí en finas
lonchas y un té. Espero que no haya sido demasiado
y así poder mañana seguir con una dienta
más potente. Creo que voy a adelgazar en este
viaje.
17 de agosto
de 2010. Mary.
Hoy nos hemos desplazado en dos coches todo terreno
hasta Gonur, un yacimiento de la Edad del Bronce. Está
a más de cien kilómetros de Mary y los
últimos treinta consistían en una pista
de tierra y arena a través de una zona desértica
que era más una cañada que un camino.
He llegado con el cuerpo destrozado, como si me hubieran
batido en una coctelera y cubierto del polvo de los
siglos. Gonur era la capital de los margush
o País Margiana, civilización coetánea
con la egipcia y la mesopotámica; al parecer
muy avanzada técnicamente. Su descubrimiento
es reciente, aunque se disponían de referencias
escritas sobre los margush de otras civilizaciones.
En el yacimiento se han encontrado objetos de gran valor
en la tumba de uno de sus reyes, que esa misma tarde
hemos podido ver en el museo de Mary. La ciudad apenas
se vislumbra sobre un desierto donde el calor ha sido
agobiante. Antiguamente esta zona era muy fértil
y quizás el clima no tan extremo. El suelo está
lleno de trozos rotos y sin clasificar de cerámica
de una antigüedad superior a los tres mil años,
que vas pisando según te desplazas de una parte
a otra de las ruinas. La presencia de estas cerámicas
fue lo que permitió localizar el emplazamiento
de la ciudad. Hemos visitado un par de barracones que
cubrían parte de los enterramientos descubiertos,
hemos podido ver esqueletos de animales y de personas,
quizás esclavos, y diversos objetos de cerámica
que habían pertenecido al difunto monarca.
Tras una ducha en el hotel me he acostado un par de
horas para descansar después del palizón
del viaje.
En la cena, la última en Turkmenistán,
hemos regalado unos pendientes a la guía. Es
una armenia muy joven y simpática, ha atendido
lo mejor que ha podido todas nuestras peticiones, llevaba
agua en el autobús para todos y nos ha llevado
a varios lugares fuera de programa. Al parecer es la
única guía que habla español en
Turkmenistán.
Me encuentro mejor del estómago, he comido dos
plátanos pequeños y un yogurt, y he cenado
arroz con verduras y una manzana.
18 de agosto
de 2010. Bukhara.
Regresamos de nuevo a Uzbekistán y a pesar de
las interesantes experiencias vividas en Turkmenistán,
me pregunto si merecía la pena la extensión
del viaje a este país de contrastes donde los
monumentos son escasos, dispersos y muy mal conservados.
Decido dejar las conclusiones para el final del viaje.
Llegamos a comer a Bukhara y después de una pequeña
siesta reparadora salgo a recorrer parte de la ciudad.
Bukhara está muy orientada al turismo y hay muchas
más tiendas y diversidad de objetos que en Khiva.
Nos han ofrecido en el mercado negro cambio un 25% superior
que en el hotel, también hemos podido comprobar
que los comerciantes prefieren vender en dólares
o euros ya que deben conseguir una ganancia adicional
que si venden en sums.
El guía que nos ha tocado parece cumplir con
el ramadán y se le ve un poco paradillo. Veremos
cómo se porta mañana.
Las habitaciones del hotel son preciosas, están
decoradas como si fueran estancias uzbekas tradicionales,
con las paredes pintadas y las vigas del techo y las
puertas de madera tallada. Por suerte tienen aire acondicionado,
casi imprescindible, ya que hace un calor tremendo en
la ciudad. He vuelto al hotel a las doce de la noche
y el calor en la calle seguía siendo muy intenso.
En la habitación al apagar el aire acondicionado
ha quedado una temperatura ideal para dormir.
He visto un plato de latón cincelado y he pensado
en darle pareja al de Madrid, pero no me he decidido
a regatear por él, estoy tan mal de sitio en
casa que sería un logro acoplarlo.
Hoy he comido casi normal, en la cena quizás
demasiado fuerte y el estomago me lo está recordando.
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19
de agosto de 2010. Bukhara.
Bukhara en el siglo VIII fue el principal centro
cultural del Califato de Bagdad y aunque fue
destruida por los mongoles en el siglo XIII,
durante los siglos XVII y XVIII fue un centro
universitario con varias madrazas en las que
al parecer llegaron a residir 20.000 estudiantes.
De todas ellas, hoy solo una continua en activo
con algo más de 200 estudiantes, mientras
el resto de los antiguos edificios están
ocupados por artesanos y hoteles o están
abandonadas o han desaparecido. También
era una ciudad comercial enclavada en la ruta
de la seda; esta parece hoy su principal actividad,
en conjunción con el turismo. La ciudad
está llena de artesanos, me han llamado
especialmente la atención una forja de
acero y varios grabadores del cobre y del latón,
pero no me he animado a comprar nada.
Me gusta
Bukhara, pero después de haber visitado
Khiva, no termino de disfrutar de esta ciudad
más grande, más turística
y más comercial.
Hoy me he sentido agobiado por la longitud del
viaje y la soledad, pero creo haberlo superado
al haber recurrido a mi fuerza interior, que
deber ser un referente para mi destino y no
dejarme abrumar por pequeños contratiempos
o por la debilidad causada por mi malestar estomacal
y el calor. Es curioso que a mis años
me cueste encontrar mi propio equilibrio. Tengo
tantas cosas que aprender y asimilar que mi
vida puede llegar a ser un reto constante de
superación.
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20 de agosto
de 2010. Bukhara.
Visita a los alrededores de Bukhara. Primero la residencia
del último Emir de Bukhara, antes de la anexión
rusa en 1920, aunque ya tenía estatus de protectorado.
Se cuenta que el Emir huyó de Bukhara con una
caravana cargada de oro, hasta hoy en paradero desconocido.
Lo que da pie a suponer que sus descendientes viven
desde entonces a cuerpo de rey en el anonimato o que
sus huesos blanquean las arenas del desierto que rodea
Bukhara.
La segunda visita fue al Mausoleo de Chor-Bakr, rodeado
de varias mezquitas pequeñas y que fue residencia
de los descendientes de Fátima, hija de Mahoma,
donde pueden visitarse las tumbas de dos de ellos. El
complejo está bastante abandonado.
Por último, visitamos el Mausoleo de Bahouddin
Nakshbandi, famoso sufí. La visita de este mausoleo
es casi obligada para los uzbecos y suelen realizarla
previamente a la peregrinación a la Meca.
Por la noche cenamos en el interior de una antigua madraza
con un espectáculo de música y danza uzbecas.
La actuación fue bastante simple y no muy vistosa.
Las bailarinas iban muy cubiertas, supongo que la moral
de la zona no permite enseñar tanta carne como
ocurre con las bailarinas de danza del vientre.
Estoy mejorando poco a poco del estómago. Hoy
he hecho una comida casi normal, aunque no consigo quitarme
el miedo a recaer.
21 de agosto
de 2010. Nurata.
Lo escribo el 22 porque ayer dormimos en yurtas y no
había posibilidad de escribir. Por cierto, la
noche en yurta es perfectamente prescindible ya que
no aporta nada al viaje. Adicionalmente estuvo mal planificada
porque llegar al campamento en medio del desierto a
las cuatro de la tarde, con un calor infernal, donde
no había nada que hacer hasta que aflojara un
poco el sol fue demencial. Junto al campamento había
un grupo de camellos con dos jorobas que otros cuatro
españoles de otra excursión tenían
contratados para hacer un paseo por los alrededores.
La puesta de sol en el desierto fue lo único
destacable del día, ya que la cena y el cantante
local que nos amenizó los postres no pasaron
del aprobado.
Por la mañana, antes de nuestra llegada a las
yurtas, paramos para ver unos grabados rupestres, la
mayoría bastante deteriorados, aunque algunos
estaban bien definidos que representaban cabras y ciervos.
Luego antes de la comida visitamos un castillo edificado
por Alejandro Magno junto al nacimiento de un río.
El castillo edificado en un montículo consistía
en unos montones irregulares de adobes recubiertos de
barro, que nuevamente te hacía pensar en la facilidad
para la destrucción que tenemos los hombres y
la pervivencia en la memoria de la grandeza asociada
a lugares que ahora en realidad no son nada. La luna
era casi llena y eso impidió una buena observación
de las estrellas, lástima de perder la oportunidad
al encontrarnos en medio del desierto.
22 de agosto
de 2010. Samarkanda.
Hoy hemos llegado al punto culminante de este viaje,
la ciudad mítica de Tamerlán en el centro
de la Ruta de la Seda. Por la mañana hicimos
un alto para bañarnos y comer en un lago artificial
de 300 km de largo y 20 de ancho. El agua era ligeramente
salada y amarga, dejándote un sabor desagradable
en la boca, pero tenía una temperatura genial
y estaba bastante limpia por lo que me di un par de
baños, especialmente relajantes después
de la noche en la yurta, donde dormí bien ya
que refrescó bastante durante la noche y el silencio
apenas era roto por el canto de los grillos y el sonido
lejano de un cencerro.
Llegamos a Samarkanda
y tan solo hemos dado al anochecer una vuelta por la
zona monumental casi cubierta por la oscuridad. A pesar
de ello he quedado impresionado por la magnitud y belleza
de los edificios. Afortunadamente Samarkanda es el final
del viaje, sino las madrazas, cúpulas, minaretes
y mezquitas que hemos visto hasta ahora nos habrían
parecido insignificantes. Hoy solo hemos acariciado
la superficie de la ciudad, tendremos que esperar a
pasado mañana para vivirla.
23 de agosto
de 2010. Samarkanda.
Hemos dejado Samarkanda para visitar la ciudad de Shakhriszabs,
lugar donde nació Tamerlán y a la que
quiso honrar construyendo un inmenso palacio de verano,
del cual solo quedan parte de sus puertas con una altura
de 40 metros. Aquí recibió Tamerlán
a Clavijo,
el embajador de Castilla, y por su crónica tenemos
una descripción de cómo era este palacio
de verano.
Después de visitar un par de mezquitas y mausoleos
visitamos un mercado, bastante deslucido aunque muy
barato y regresamos a Samarkanda. Llegamos solo con
tiempo para una ducha y un minidescanso antes de ir
a cenar.

Shakhriszabs
El calor ha remitido
considerablemente y esta noche corre una brisa fresca,
tanto que he salido con manga larga para la cena. Al
volver al hotel, los viajeros nos hemos reunido un rato
para charlar junto a la piscina, donde casi hacía
frío. Había una luna casi llena, es una
pena no estar más cerca de la zona monumental
y haberla disfrutado a la luz de la luna. No será
fácil volver a disfrutar de la luna llena en
Samarkanda. He cenado casi normal y el estómago
no me ha dado más problemas.
24 de agosto
de 2010. Samarkanda.
Hoy me he puesto la camiseta del dios del Maíz
para visitar los sitios más emblemáticos
de la ciudad, ya que es la misma que llevaba cuando
visité el Machu Pichu, Teotihuacán y la
plaza de Tian An Men, pero luego el guía ha cambiado
el itinerario y hemos visitado los complejos religiosos
y los mausoleos que estaban previstos para mañana.
La verdad es que han sido visitas que podríamos
considerar de segundo nivel. Después de comer
y visitar una fábrica de alfombras donde un gran
número de chicas jóvenes trabajaban nueve
horas diarias por unos 200 euros al mes, hemos tenido
la tarde libre. He dejado al resto del grupo en el mercado
y he preferido ir solo hasta el Registán, plaza
emblemática donde se concentran tres madrazas
de imponentes dimensiones. He estado sentado un buen
rato disfrutando del entorno. He podido ver una serie
de fotos de Samarkanda hace unos cincuenta años,
donde se veían la mayoría de los monumentos
de la ciudad prácticamente destrozados y con
muy pocos azulejos. Estas fotos me han confirmado que
los monumentos uzbecos tienen una parte muy pequeña
que pueda considerarse original y que están todos
reconstruidos. Así son mucho más bellos,
pero hasta que punto una reconstrucción tan importante
no ha desvirtuado los originales hasta no saber realmente
lo que estás viendo.
25 de agosto
de 2010. Samarkanda.
Luna llena sobre el Registán, la plaza central
de Samarkanda y el lugar más emblemático
de Asia Central. Lo estás viendo y sin embargo
sientes una sensación de irrealidad. Lugar mítico
sobre el que has leído las crónicas de
viajeros como Marco Polo y Clavijo, y conquistadores
que han pasado por aquí a través de los
siglos como Alejandro Magno y Gengis Kahn. Capital del
imperio de Tamerlán, uno de los más extensos
de la historia. Si lo cuentas parece la última
frontera, pero cuando estás aquí no te
sientes extraño ni desubicado, eres un ciudadano
del mundo paseando entre cúpulas azul turquesa
que han sido testigos de la llegada de miles de hombres
y contemplarán a muchos más.
¿Qué busca el viajero que llega a Samarkanda?
Quizás atrapar lo imposible, desgranar el mundo
y comprenderlo, entender como es el hombre de estos
confines y por tanto como puede ser uno mismo.
Todo es diferente en Samarkanda, la lengua, la cultura,
el clima, la religión, la música, la comida
y sin embargo todo es igual que en cualquier otro lugar:
te alimenta, te enseña, te condiciona, te motiva.
La vida es igual en su compleja diversidad.

26 de agosto
de 2010. Tashkent.
Última noche en Uzbekistán y hoy día
de trámite para hacer el traslado de Samarkanda
a Tashkent. Aunque el viaje aún no ha terminado,
me da la sensación que se podrían haber
ahorrado varios días para ver lo mismo. Habría
sido un viaje más cansado, pero también
más corto, o haber aprovechado ese tiempo para
ver el valle de Ferghana, que al parecer es lo único
significativo del país que me queda pendiente,
aunque yo he tenido suficiente y hubiera preferido acortarlo.
La experiencia en Asia Central ha sido muy positiva
y aleccionadora. Hay muchas cosas que he vivido que
necesitan reposarse antes de dar una conclusión
que pude considerar correcta. Lo más llamativo
han sido los contrastes entre la localización,
riqueza y recursos de estos países, la forma
de vida de su población, la religión y
su forma de pensar. Lo que hemos visto en calles y mercados
no encaja con lo que los guías nos han dicho,
por eso siento una sensación de irrealidad en
todo lo vivido. ¿Qué es lo auténtico?
¿Qué lo imaginado? ¿Cómo
lo he interpretado? ¿Me engaño yo o me
están engañando? Muchas preguntas sin
una respuesta satisfactoria. Pero viajar es plantear
interrogantes, descubrir nuevas sensaciones e imágenes.
En definitiva estoy viajando.
27 y 28
de agosto de 2010. Madrid.
Aún no ha amanecido la mañana del 28 de
agosto y ya he regresado a casa. El último día,
a parte del largo viaje de vuelta, ha estado dedicado
a ver cómo vive la minoría rusa de Tashkent.
Almacenes y tiendas de la época soviética
y comercios nuevos donde las mujeres no llevan el vestido
y el pañuelo uzbeco, sino que visten a la europea,
algunas con minifalda y donde destaca el color de su
piel que es más clara. Los precios en estas tiendas
están puestos en cada producto y utilizan caracteres
cirílicos. La minoría rusa parece aportar
a Uzbekistán conocimientos técnicos y
administrativos, una especie de núcleo administrativo
del país (las tripulaciones de los aviones son
rusas y hablan en ruso con los pasajeros).
La conquista rusa de Uzbekistán causó
algunos desperfectos en los monumentos antiguos, pero
han sido ellos los que los han reconstruido y por eso
podemos hoy admirarlos. Durante los siglos del dominio
otomano, los kahnes y emires dejaron que esos monumentos
se arruinaran. Reparar lo que otros habían hecho
al parecen no daba gloria, solo lo que ellos construían,
por eso estuvieron a punto de perderse tantos monumentos
y de otros no queda nada. Uzbekistán debe lo
que es hoy a Rusia y no estoy seguro de que se lo agradezca.
Es un país fronterizo con el fundamentalismo,
su evolución la veo incierta ya que hay muchos
poderes enfrentados. Espero que la minoría rusa
que ahora tanto aporta a la modernización de
país tenga una continuidad y sirva de modelo
y acicate para que los uzbecos se desarrollen cultural
y científicamente lejos de conflictos y fundamentalismos.