A
lomos de la muralla de Adriano
Publicado: 4 - XII - 2019
El sol de junio brilla
con fuerza en la isla, pero por fortuna no calienta mucho; al menos
a ojos de un español, en la campiña inglesa el sol
nunca calienta demasiado. Las lomas se suceden en el horizonte alternadas
con prados que no se agostan, un paraíso para las ovejas
de cara y patas negras, y un asombro para el viajero mesetario,
acostumbrado a los estragos del verano y la sequía ibéricos.
Las ovejas, despreocupadas, dedican el día a hinchar sus
cuerpos como nubes de algodón; son sin duda las dueñas
del paisaje. Las poblaciones van encogiéndose camino del
norte, hasta desaparecer por completo cuando se llega a una carretera
comarcal al norte del río Tyne que serpentea de este a oeste
como una cinta gris. Los lugareños se empeñan en llamarla
«Stanegate», y en teoría sigue la línea
de una vía romana que unía los primeros asentamientos
militares en el norte de Britania. A partir de ella la campiña
se vuelve agreste, y las lomas se convierten en cerros afilados
con dos caras, la amable al sur y la arisca al norte, como si la
geografía hubiese previsto hace milenios la frontera que
los humanos instalarían aquí.
Estamos en las inmediaciones
de Vindolanda, un asentamiento romano que empezó como cuartel
legionario y llegó a ser casi una ciudad.

En estas tierras del
norte inglés se fijaron los generales romanos del siglo II
para instalar las guarniciones que protegerían las tierras
de Britania frente a los pueblos no romanizados de Caledonia (la
actual Escocia). Pero esas guarniciones no vigilaban simples puestos
de control en un camino, sino una larguísima línea
fortificada que dividía la isla en dos partes: al sur, al
abrigo de la muralla, las civitas, las villae
y los colonos que cultivaban la campiña; al norte las tribus
bárbaras, hostiles a Roma y sin civilizar, que es como decir
dos veces la misma cosa. La muralla une las costas del mar del Norte
(este) y del mar de Irlanda (oeste), y al principio solo era un
amontonamiento de adobe y turba con un foso delante para dificultar
el paso del enemigo. La llegada al poder en Roma en el año
117 de Adriano, un militar de origen hispano, ocasionó un
cambio de planes.
Adriano
quería proteger el Imperio frente a los enemigos, y dio orden
de construir una muralla de piedra jalonada de torreones de un extremo
a otro de Britania. Legionarios, tropas auxiliares e ingenieros
del ejército pusieron manos a la obra, y según colocaban
un sillar sobre otro iban trazando el plano de los acuartelamientos
que necesitaban las tropas a lo largo de toda la frontera.
Vindolanda es el más grande y el más famoso, pero
los ingleses han encontrado muchos otros y los han nombrado con
términos locales: Housesteads, Corbridge, Chester…
Los han excavado con la meticulosidad que se espera de la flema
británica, pero han hecho algo más muy valorado por
quienes gustan de visitar lugares arqueológicos: crear museos
de sitio que exhiben con mucho despliegue de medios los objetos
encontrados en las excavaciones. Puede imaginarse que no abundan
las esculturas de calidad ni los finos mosaicos, pues las gentes
de frontera suelen ser austeras y más interesadas en el arte
de sobrevivir que en las artes suntuarias. Pese a ello cada museo
es un pequeño regalo al visitante; toda la comarca ha hecho
del Muro y sus yacimientos un motivo de orgullo y una seña
de identidad local.
El campamento de
Vindolanda fue construido en el año 85 y estuvo en servicio
hasta el abandono de Britania por el ejército romano en 407.
Es el que más tiempo estuvo en uso de todos los campamentos
relacionados con el Muro. Situado en una loma junto a un arroyo,
en un punto fácilmente defendible, y con acceso y control
visual de un territorio amplio, no está junto al Muro mismo,
sino a poco más de un km al sur. Recordemos que el Muro no
existía cuando se construyó Vindolanda. Su localización
está determinada por el paso de la vía que unió
los primeros asentamientos militares romanos en el norte. El recinto
amurallado conserva las cuatro puertas principales y se han excavado
el castro pretorio y la residencia del comandante. Extramuros de
la puerta oeste se encuentra el asentamiento civil, en el que destacan
unas termas del siglo II y una pequeña necrópolis.
Al exterior de la puerta sur se han encontrado otras termas, estas
del siglo I. Un hallazgo inesperado ha convertido a Vindolanda en
la mayor fuente de información de la vida militar en Britania:
en un hueco junto a la esquina suroeste del campamento se han encontrado
cerca de dos mil tablillas con escritos diversos (cartas, listas
de productos, registros de actividades militares, información
sobre las tribus enemigas de Roma, etc).
En Vindolanda, además del campamento legionario, hay un buen
museo que muestra algunas de sus famosas tablillas, un jardín
con la recreación de un templo dedicado a las ninfas, y un
restaurante donde tomar fuerzas para la jornada o hacer un alto
en el camino. Nosotros decidimos empezar aquí nuestra ruta
a pie aprovechando que la vía romana ahora llamada Stanegate
pasa por el costado norte de la fortificación. Un miliario
a la sombra de la arboleda sirve para ponerse en situación
a la hora de caminar. Nos pusimos en marcha hacia el oeste por el
margen de la pequeña carretera, pasando junto a varias casas
de campo. A unos 1.400 m a la derecha del camino asoman los restos
poco visibles de otro miliario. Unos metros más y encontramos
un cruce en un punto llamado Smith’s Shield. Volviendo la
vista al norte apreciamos en el horizonte un cambio en el relieve:
unos cerros erguidos sobre la llanura con un corte, un tajo, entre
ellos. El corte es el Peel Gap, y hacia allí nos dirigimos.
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El miliario
está refugiado a la sombra de unos robles al paso de
la vía por Vindolanda. |
La campiña
se cierra por el norte con unos cerros sobre los que corre
la muralla. |
Caminando poco menos
de un km pasamos por otro cruce de carreteras y un enorme edificio
en obras con un cartel advirtiendo que sería en el futuro
un centro de visitantes del Muro de Adriano. Un pequeño sendero
frente a nosotros se abría paso entre las praderas hasta
el Peel Gap. Una vez allí se conecta con el sendero oficial
del Muro, el Hadrian’s
Wall Path, fácil de identificar por sus postes con el
símbolo de la bellota puesta hacia arriba y la etiqueta NATIONAL
TRAIL.
Un portillo en una cerca
de piedra nos permitió el acceso al camino. Nos dirigimos
hacia el este, y lo primero que tuvimos que hacer fue abordar con
calma un sendero muy empinado que bordea los restos de la muralla
al tiempo que asciende entre las rocas. Una vez en lo alto del Peel
Crags la vista es magnífica: al sur los restos del vallum
y del foso que corrían paralelos al muro; hacia el oeste
los cimientos de la muralla y de un torreón, el 39A en la
numeración del English Heritage. La base de la muralla remonta
los Winshields Crags y se aleja hasta perderse de vista. Al norte
un cortado abrupto, un precipicio, refuerza la sensación
de frontera. Siguiendo hacia el este nos encontramos el primero
de los campamentos de milla (cada mil pasos), el 39. Desde aquí
hasta Housteads (el campamento de Vercovicium) se suceden un pequeño
campamento o fortificación cada milla y dos torreones entre
cada par de campamentos.
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En el Peel
Gap la muralla desciende desde los cerros rocosos (crags). |
El muro corre
hacia el este; a su paso se sitúan los campamentos
de milla. Éste es el 39. |
El Muro recorre aquí
uno de los paisajes más espectaculares de la región,
ascendiendo cerros rocosos, sorteando lagos y canteras y cruzando
grupos de árboles arracimados en las alturas. Es la zona
donde la muralla se conserva en mejor estado.
El camino requiere un poco de esfuerzo, porque la línea de
la muralla desciende cortados (gaps lo llaman allí)
y remonta sin rodeos, para volver a descender pocos centenares de
metros después. Pero todo se nos hizo fácil en un
terreno tapizado de hierba y con unas vistas muy atractivas. Uno
de estos gaps tiene en su fondo un sicomoro frondoso y
esbelto, un árbol de la familia de la higuera, que debe de
ser el lugar más fotografiado del camino. Los aficionados
al cine de aventuras quizá recuerden una escena de la película
«Robin Hood, príncipe de los ladrones», que transcurre
en este lugar. Kevin Costner y Morgan Freeman se enfrentan a unos
soldados del sheriff de Nottingham. Desde entonces algunos
llaman a este sitio y a este árbol Robin Hood tree.

Inmediatamente el camino
remonta una colina y se encarama en lo alto de los Highshield Crags,
unos cortados impresionantes que en su lado norte caen a plomo sobre
una laguna. Aquí, desde luego, la posición era casi
inexpugnable. De vez en cuando el camino se topa con la valla de
alguna finca, y la salva con una estructura de madera que recuerda
a una pequeña silla de montar escalonada que facilita el
paso de los caminantes. Housteads se encuentra junto al torreón
36B, esto es, entre las millas 36 y 37 (a unos cuatro km del Peel
Gap). Está excavado con mucho detalle, y paseando entre los
cimientos de los barracones de los soldados, por sus calles de trazado
cuadrangular, pudimos llegar hasta las cuatro puertas principales
del campamento, cuyos umbrales de piedra están muy bien conservados,
la residencia del comandante, un granero y las letrinas. Son 17.300
m2 que muestran, más que un simple campamento, un asentamiento
fortificado para las legiones. Su nombre en la antigüedad era
Vercovicium, y es el mejor conservado de los que hay junto al muro.
En un pequeño museo junto a la oficina de venta de billetes
se exhiben algunos de los hallazgos de Vercovicium y varias replicas
de armamento de los legionarios, así como paneles muy didácticos
que explican la historia del lugar.
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El desfiladero
Highshield Crag, con una laguna en su lado norte. |
El muro se
aleja hacia el este camino del campamento de Housteads. |
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Puerta norte
de Housteads desde el oeste. El Muro gira aquí bruscamente
a la izquierda. |
Plano de
Housteads. En la parte superior el Muro se funde con el campamento
y luego gira hacia el norte. De la puerta sur salen dos caminos;
el diagonal va a Vindolanda. |
Después de visitarlo, a nosotros nos quedaba regresar a Vindolanda
por uno de los caminos señalizados que atraviesan la campiña,
pero para quien lo desee, es posible seguir la ruta hacia el este
acompañando al Muro durante varios km más, o bien
esperar al autobús AD122, el servicio especial que une todos
los puntos principales del Muro recordando con su número
la fecha de la visita del emperador Adriano a Britania.
Jesús Sánchez Jaén
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